lunes, 7 de julio de 2008

CONTRA EL REVISIONISMO

ALBANIA:



ENVER HOXHA y MEHMET SHEHU
CONTRA EL REVISIONISMO





Nuestra posición respecto a otro problema de la revolución en el siglo XX.

1. INTRODUCCIÓN.
2. EL APORTE REVOLUCIONARIO DE HOXHA Y SHEHU.
3. HISTORICO DISCURSO DE ENVER HOXHA EN LA CONFERENCIA DE LOS 81 PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS DE MOSCU EN 1960.



1. INTRODUCCIÓN

Desde los lejanos tiempos de la gran divergencia política que surgió en el seno del Movimiento Comunista Internacional (MCI) a partir del ascenso del revisionismo contemporáneo a la cabeza de Nikita Jruschov, tuvimos la oportunidad de apreciar en todo su valor las posiciones de principio adoptadas por el Partido Albanés del Trabajo (Comunista) frente al desviacionismo derechista del revisionismo.

En el presente ensayo político, y brevemente, citaremos las fuentes originales de la posición del camarada Enver Hoxha, que la hemos considerado siempre como una pieza fundamental en la lucha de los marxistas leninistas del mundo contra la gran traición que significó el revisionismo contemporáneo que destruyó hasta sus cimientos el socialismo trabajosamente levantado por Lenin y Stalin en la URSS y por el gran presidente Mao en la China.

En este sentido tenemos analizaremos y reproduciremos un importante documento publicado por el PAT precedido por un análisis nuestro de la lucha ideológica y política de Enver Hoxha, Mehmet Shehu y otros dirigentes albaneses desde la creación del Partido Albanés del Trabajo, pasando por la guerra de liberación antifascista, la constitución de la República Democrático-Popular y finalmente la heroica campaña ideológica contra el revisionismo. El documento del PAT constituye la transcripción textual del célebre discurso pronunciado en Moscú por Enver Hoxha, primer Secretario del P.A.T., en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros de Moscú en noviembre de 1960.

2. EL APORTE REVOLUCIONARIO DE ENVER HOXHA Y MEHMET SHEHU.

La cuestión fundamental del presente trabajo es la reivindicación revolucionaria de dos comunistas albaneses que lucharon juntos heroicamente durante muchos años, que compartieron las valientes y heroicas hazañas de la lucha antifascista del pueblo albanés, pero que lamentablemente después se hizo presente la divergencia que exagerada hasta el extremo dividió a estos grandes dirigentes revolucionarios que, como Lin Piao, Chen Po-ta y otros en China y otros países, han sido víctimas de calumnias y ataques injustos después de ser reconocidos por sus altos méritos revolucionarios y por quiénes precisamente ahora los atacan sañudamente.

Se trata del revolucionario albanés Mehmet Shehu quién como segundo en la jerarquía albanesa del PAT tuvo excelsos y reconocidos méritos en la lucha revolucionaria relatados por el propio líder albanés. Enver se refiere a las manipulaciones del revisionismo yugoslavo de Tito que desde siempre pretendió anexar Albania a la Federación Yugoslava y constituirla como su séptima república:

«Paralelamente a los esfuerzos por apoderarse de los puntos clave de la economía, la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia comenzó a intervenir para poner bajo su mando al Ejército Albanés. Contando en este sentido con el respaldo de la Dirección Política del Ejército, concentró sus ataque contra el Estado Mayor y su jefe, el camarada Mehmet Shehu, que defendían firmemente la justa línea del Partido en el terreno militar y la independencia del Ejército Popular…» (1) (Subrayado nuestro)

Como se ve esta cita se refiere a las agresiones que sufrió Albania socialista por parte del revisionismo yugoslavo de Tito y en las que Shehu tuvo una actuación revolucionaria destacada y que fue ensalzada precisamente por el primer dirigente de Albania. Pero tenemos, además, otra cita de la misma historia pero que puntualmente se refiere a los importantes aportes de Shehu en la guerra de Liberación de Albania contra el invasor hitleriano, que dice:

«Las unidades del Ejército de Liberación Nacional llevaban a cabo las últimas operaciones contra las tropas alemanas en Albania y en Kosovo. Entre estas operaciones la más importante fue la que tenía por objeto la liberación de Tirana. La operación por la liberación de Tirana se desarrolló según el plan del Alto Mando. Este plan se basaba en operaciones coordinadas de la Ia. División y de otras unidades del Ejército de Liberación Nacional Albanés que debía lanzarse frontalmente sobre Tirana y sobre las líneas principales de movimiento de las tropas hitlerianas. El plan preveía aniquilar al enemigo, impedir el saqueo y la destrucción de Tirana u liberarla costase lo que costase. La dirección de las operaciones le fue encomendada al Mando del Primer Cuerpo del Ejército. Los combates en la capital y en sus alrededores estaban dirigidos por el comandante de la I División Mehmet Shehu….» (2) (Subrayado nuestro)

Insistiendo en el mismo sentido tenemos otra cita semejante:

«El odio hacia el fascismo y el internacionalismo proletario de los comunistas y antifascistas albaneses encontró su expresión, con una fuerza particular, en su resolución para ir como voluntarios a España. …. Los voluntarios albaneses, entre ellos Mehmet Shehu, Sim Vokshi, Thimjo Gogozoto, Ramiz Varvarica, Zef Hoti, Musa Fratari y otros…..» (3)

Finalmente en cuanto a los encendidos elogios al camarada Shehu, tenemos el siguiente párrafo de alta significación:

«Carta dirigida al camarada Mehmet Shehu comandante de la I Brigada de Choque. 14 de abril de 1944.

Querido camarada:

«El desarrollo de la lucha nos muestra que un gran número de camaradas dirigentes políticos y militares han sido muerto en los combates contra el ocupante y los traidores……..

Al respecto, tú especialmente, debes dar muestras de máxima prudencia, debes tener siempre presente las palabras de nuestro camarada Stalin "ofrendar la vida por el partido, pero la sangre gota a gota". No debes considerar las cosas estrechamente allí donde desempeñas la tares que te ha sido encomendada, arriesgando la vida en todo momento como un simple guerrillero. No se te permite esto, a no ser que en casos extremadamente críticos, cuando el peligro es grande y el sacrificio indispensable. No se te permite más que te lances al ataque marchando a la cabeza de los guerrilleros para darles ejemplo cuando tu presencia no es indispensable. Únicamente en casos en que tu brigada se encuentre en gran peligro debes intervenir personalmente, de lo contrario no se te permite que pongas en peligro tu persona por cosas que pueden ser arregladas muy fácilmente por otro camarada. Esta es una orden que se te imparte y que tú debes cumplir escrupulosamente. Cualquier otra manera de actuar será un acto de desobediencia al Partido y al Comité Central….» (4) (Subrayados nuestros)

Como puede advertirse muy claramente, durante toda la época revolucionaria de la lucha de liberación antifascista, la toma del poder político y después del triunfo de la revolución y la lucha contra el revisionismo soviético y yugoslavo, Mehmet Shehu fue el segundo indispensable de la revolución albanesa. Hoxha se preocupaba mucho de la seguridad del camarada Shehu y siempre lo nombraba como el hombre que, en su caso, asumiría la dirección revolucionaria.

Después del III Congreso del PTA que desarrolló sus labores el 25 de mayo al 3 de junio de 1956, se celebró la Conferencia de Tirana donde hizo explosión la corriente revisionista que quería incluir a Albania en la línea del revisionismo internacional.

Años después Enver Hoxha, apoyado vigorosamente por Mehmet Shehu, denunciaba tempranamente al revisionismo implantado ya en la Unión Soviética, en una serie de artículos y discursos entre los que sobresale nítidamente el discurso en la gran Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros reunidos en Moscú en 1960 y que tenemos el gusto de reproducir en la segunda parte de este ensayo.

Concretamente en torno a las divergencias ideológicas surgidas Enver relata una serie muy larga de hechos que se refieren precisamente a todas las múltiples presiones que sufría y sufrió el P.A.T., para hacer causa común con el PCUS y en contra del Partido Comunista Chino. Incluso se hace referencia a la siguiente expresión tan denigrante para cualquier país:

«En otro tiempo el camarada Jruschov nos había dicho: «No se preocupen por cereales, lo que ustedes consumen en un año, en nuestro país se lo comen las ratas"….» (5)

Del mismo modo el PCUS revisionista presionaba a Albania, a China y a todos los partidos comunistas y obreros del mundo para que aprobaran a fardo cerrado sus condenas injustas contra el camarada Stalin. (6) Por ejemplo tenemos la siguiente cita:

«El Partido del Trabajo de Albania considera que no es justo, normal ni marxista que el nombre y la gran obra de Stalin sean borrados de toda esa época, como se está haciendo. La obra inmortal de Stalin nos incumbe a todos defenderla. Quién no la defienda es un oportunista y un cobarde….» (7)

Por otra parte Enver Hoxha denunció al revisionismo por su actitud contrarrevolucionaria en la crisis de Hungría de 1956 y también la crisis polaca, finalmente denunció al revisionismo yugoslavo que desde 1949, ya había sido condenado por el Movimiento Comunista Internacional y que ahora se pretendía reivindicarlo. Concluye Hoxha su famoso discurso con el siguiente párrafo que sacó de las casillas a Jruschov, pero que constituye una muestra digna del verdadero carácter de los comunistas cuando defienden causas justas, pues es sabido que el problema de Stalin fue uno de los puntos sustanciales de las grandes divergencias y finalmente de la caída del campo socialista por la traición infame del revisionismo contemporáneo de Jruschov:

«El Partido del Trabajo de Albania estima que esta Conferencia hará historia porque será continuación de la tradición de las conferencias leninistas que el Partido Bolchevique ha organizado para desenmascarar y extirpar los puntos de vista erróneos, para fortalecer y templar, sobre la base del marxismo-leninismo, la unidad de nuestro movimiento comunista y obrero internacional. Nuestro Partido del Trabajo luchará resueltamente, también en el futuro, para robustecer nuestra unidad, los lazos de fraternidad y la acción conjunta entre los partidos comunistas y obreros, porque esto constituye la garantía del triunfo de la causa de la paz y del socialismo. La unidad del campo socialistas, encabezado por la Unión Soviética, la unidad del movimiento comunista y obrero internacional con el glorioso Partido Comunista de la Unión Soviética en su centro, es lo más sagrado, y nuestro Partido la cuidará como las niñas de los ojos y la fortalecerá cada día más…» (8)

Por todo lo anotado y citado, no cabe duda alguna que Albania y sus dirigentes, encabezados por Enver Hoxha y Mehmet Shehu, tuvieron una destacadísima actuación en el combate histórico del siglo XX contra el revisionismo jruschovista. Eso es evidente y nadie puede modificar un punto por más que se señalen uno y otro defecto del c. Hoxha o del c. Shehu.

Las complejas relaciones entre la Albania socialista de Hoxha y la China de Mao.

En base a estas consideraciones, corresponde analizar las relaciones que la dirigencia albanesa tuvo con respecto a los cambios fundamentales que se dieron en la China Popular cuando Mao Tse-tung dejó en los hechos de dirigir la política china.

Después de una adhesión completa con la política de la China maoísta, Hoxha comenzó a cambiar de opinión en vista, a su vez, de los cambios ocurridos en la dirección china. Albania y Enver expresaron su disconformidad con el dominio que paulatina y raudamente iba consiguiendo la camarilla derechista comandada por Chou En-lai. El desplazamiento de la política china y de aproximación a los Estados Unidos y su cambiante política de acercamiento a regímenes claramente reaccionarios y hasta fascistas de occidente y oriente; disgustó profundamente a Albania que inició un alejamiento progresivo respecto a su anterior aliada.

Debemos recordar las famosas visitas de Nixon y Kissinger a China mientras el imperialismo dejaba caer millones de toneladas de bombas y agredía de la manera más brutal a un país socialista como Vietnam.

Sin embargo, Enver Hoxha no logró comprender nunca la complejidad de la lucha por el poder que se desarrollaba en el Partido Comunista Chino que, a partir de la desaparición de Lin Piao, había sufrido profundas transformaciones. Las observaciones que fue realizando Albania no fueron escuchadas en Pekín y la dirección china, claramente dirigida ya por Chou En-lai, llegó a la infamia de cortar las ayudas que China proporcionaba a Albania y los dirigentes chinos del tipo de Teng Siao-ping, sacado del anonimato, comenzaron a tratar a Albania ya no como un amigo y aliado sino como cualquier otro país, incluso con cierta enemistad que se tradujo en aquellas medidas del tipo Jruschov contra China en la época de las grandes divergencias.

El Partido Albanés del Trabajo, entonces, fuera de criticar acerbamente la política china claramente revisionista, volcó inadecuadamente su discrepancia contra la persona del c. Mao, al extremo de escribir dos tomos de su libro "Reflexiones sobre China", en el cual atacó virulentamente al líder chino sin tener en cuenta que la política china ya no estaba dirigida por Mao y que una camarilla derechista encabezada por Chou había asesinado a Lin Piao y posteriormente encarcelaría y asesinaría a la esposa de Mao, Chiang Ching.

«Existen Estados socialistas, pero no todos los partidos comunistas y obreros que los dirigen, se mantienen en posiciones verdaderamente marxistas. En ellos hay elementos antimarxistas muy acentuados. Esta es la situación existente en China. En este país domina el "pensamiento Mao Tse-tung", que no es la aplicación consecuente del marxismo-leninismo. En él existen ideas fundamentalmente erróneas, oportunistas, e incluso ideas revisionistas enmascaradas. El "pensamiento Mao Tse-tung", por el cual se guía China, no lucha por la revolución, por la unidad del proletariado y, aunque no considere expresamente a China como un "gran Estado" y a si mismo como una "idea universal" que substituye el marxismo-leninismo, de hecho esto es lo que pretende…»
(9)

«Mao Tse-tung, en tanto que pensador y filósofo, en tanto que dirigente revolucionario demócrata del pueblo chino, es una personalidad histórica, pero la historia y el análisis marxista-leninista de la situación existente en China demostrarán que era un filósofo de vasta cultura, pero no un marxista-leninista» (10) (Subrayado nuestro)

«Estoy convencido de que Chou En-lai, apoyado por Mao, había conseguido agrupar a su alrededor a todos los revisionistas y toda la reacción, en pocas palabras, a todos los partidarios del traidor Liu Shao-chi….» (11)

Podríamos conseguir una enorme cantidad de citas del libro mencionado en las que se manifiesta claramente que, para Enver Hoxha, Mao no fue marxista ni leninista, basándose en la gran transformación que sufrió China, incluso antes de la muerte de Mao; empero pensamos que son suficientes las anteriores de modo que pasamos a explicar desde nuestro punto de vista, la actitud de Hoxha respecto del líder del pueblo chino, el c. Mao Tse-tung.

Si bien es cierto que Mao cometió errores de apreciación en el curso de los últimos años de su vida, sobre todo aquel que se refiere a su plena confianza en un centrista como Chou En-lai y en el revisionista Teng Siao-ping, es igualmente cierto que, en los hechos había perdido la conducción de la política exterior e interior chinas por la acción solapada y revisionista de la camarilla de Chou En-lai que prácticamente convenció a Mao que la Unión Soviética era un enemigo mucho más peligroso que los Estados Unidos y que, por los mismo había que hacer un acercamiento e incluso una alianza anti-soviética con éste.

Enver Hoxha no tiene en cuenta en China existen tendencias e incluso contradicciones muy graves, no analiza que Mao se encuentra sumamente enfermo y que sigue confiando en Chou, un oportunista pero ligado estrechamente con vínculos históricos de amistad a Mao. Con la caída de Lin, Mao deja todos los asuntos a cargo de Chou un solapado aliado de los castigados por la Revolución Cultural.

Por otra parte, era evidente que el peligro de una agresión soviética incluso nuclear contra China era muy probable. Todos los informes que se tienen y que se hicieron públicos mostraban una gran agresividad de parte de la camarilla revisionista brejneviana que preparaba frenéticamente un ataque sin tener en cuenta el enorme riesgo de una aventura semejante.

La otra línea en China estaba dirigida por Lin Piao, quien reconociendo el carácter revisionista de la dirigencia soviética, seguía considerando al imperialismo norteamericano como el peor enemigo de los pueblos y de China. Esta divergencia fue resuelta por la camarilla derechista de Chou En-lai del modo más reaccionario posible: un golpe de mano que eliminó del modo más brutal a Lin Piao todo su equipo que había dirigido hasta entonces la Gran Revolución Cultural Proletaria.

Mao no pudo detener esa tendencia hasta la muerte de Chou y después de ella intentó un retorno a las posiciones revolucionarias volviendo a defenestrar a Teng Siao-ping, pero era demasiado tarde, su muerte en septiembre de 1976, determinó que la balanza del poder se inclinara definitivamente a favor de la derecha del heredero de Chou, Teng Siao-ping.

Enver Hoxha no consideró estas circunstancias y lanzó tremendos ataques contra China y en lugar de hacerlo contra el ala derechista los dirigió personalmente contra Mao.

Empero sobre todo y muy justamente los dirigentes albaneses atacaban la política china que siguió a la exclusión de Mao de la dirección efectiva. Hoxha denunció vigorosamente y con toda razón las relaciones "amistosas" que imprimió la dirigencia china con respecto a regímenes reaccionarios y fascistas como Mobutu en el ex-Zaire (el asesino de Lumumba), Marcos de las Filipinas (el represor de las guerrillas del Nuevo Ejército Popular), Pinochet con quien estableció relaciones diplomáticas en medio de la sanguinaria represión del pueblo, con Franz Josepf Strauss, el ultrarreaccionario alemán, y finalmente recibiendo a Nixon y Kissinger cuando las bombas asesinas yanquis caían como lluvia sobre el Vietnam revolucionario.

La totalidad del asunto del termidor chino ha sido tratada por nuestro partido en un trabajo destinado a dilucidar el caso Lin Piao. De modo que hasta aquí la explicación del fenómeno chino.

Todo esto es bastante conocido y nuestro Partido ya ha tomado posición frente a todos y cada uno de esos problemas de la revolución del siglo XX. Empero ahora abordamos la cuestión de la propia Albania que fuera la última nación socialista que cayera en la restauración capitalista después de la muerte de Enver Hoxha.

La aparición súbita de contradicciones severas en el PAT. El complot contra el camarada Mehmet Shehu.

Para ser enteramente justos con la memoria de los grandes revolucionarios Enver Hoxha y Mehmet Shehu, hay que decir que hasta sus últimos días, el primero, jamás abandonó los principios y se mantuvo firme en la defensa del socialismo en Albania y de la defensa del marxismo-leninismo y el estalinismo en todo el mundo cuando uno a uno caían los regímenes "socialistas" de Europa del Este.

Enver Hoxha llegó a crear un verdadero movimiento internacional comunista "pro-albanés" que comprometió a varios partidos marxistas-leninistas en Europa y también en América Latina, entre los que sobresalieron los Partidos Comunistas marxistas-leninistas de Colombia, Ecuador y una fracción en Bolivia, las que justamente criticaban y combatían la línea revisionista clara de Pekín desde la muerte de Mao.

A continuación recogemos los más importantes pasajes de las últimas obras de Hoxha donde aparecen cargos infundados y falsos, en nuestro criterio, contra ese gran camarada albanés que fue Mehmet Shehu. No comprendemos cuales fueron las causas que determinaron después de tantos años una censura tan completa de la labor revolucionaria de Shehu, cuando Enver Hoxha descubrió, de la noche a la mañana, que Mehmet Shehu era y fue el más grande traidor de la revolución albanesa, creando el cargo de "poli-agente" de todos los enemigos de Albania socialista. Leamos los siguientes argumentos de Hoxha:

Hoxha se refiere al IIIer. Congreso de 1956 y a la Conferencia que le siguió para decirnos que desde entonces Mehmet Shehu era un agente enemigo:

«Pero entonces, (se refiere a los años de la liberación) por nuestro propio nivel de conocimiento, no llegamos a descubrir y golpear al instrumento más fuerte de las agencias extranjeras que, esta vez, puesto en acción por la UDB yugoslava, jugaba secretamente el papel principal en el complot. Se trataba de Mehmet Shehu…. Ahora, a partir del análisis de los acontecimientos anteriores y posteriores, particularmente a partir de los hechos que se descubrieron tras el suicidio el 18 de diciembre de 1981, el Partido ha llegado a conclusiones exactas y enteramente argumentadas….. Pero antes de hablar sobre el papel y los fines complotadores de Mehmet Shehu y de su grupo hostil en la Conferencia de Tirana de 1956 y más tarde, hasta el momento en que se suicidó, considero necesario realizar un retorno al pasado para mostrar quién era en verdad Mehmet Shehu, de dónde venía y a quién servía…..» (12)

A continuación Enver Hoxha y en el mismo texto, acusa a Shehu de todos los delitos contrarrevolucionarios que uno puede tener idea; se plantea una nueva categoría de traidor, el "poli-agente" enemigo que consiste en acusar a Shehu de ser agente secreto primero de los norteamericanos, después de las agencias británicas, luego de los yugoslavos titistas y finalmente de la KGB de los soviéticos. (13). Según supuestos escritos propios de Mehmet "descubiertos" después de su "suicidio", jamás fue comunista y siempre saboteó las decisiones del Partido al punto de constituirse en el primer y más peligroso elemento de la oposición a la línea marxista-leninista de Albania y al servicio de cualquier otra causa menos de la albanesa revolucionariua y marxista-leninista.

El conjunto de acusaciones contra Shehu de parte de Hoxha tiene la misma debilidad de todas las acusaciones falsas y construidas en otros casos semejantes. Lejos estamos de aquellas manifestaciones de admiración de la época de la revolución y la guerra antifascista, lejos de la participación heroica de Shehu en la guerra civil de España republicana, lejos de los elogios al comandante de las tropas albanesas que liberaron Tirana del invasor alemán. Lejos en fin de todo lo que según la propia literatura albanesa oficial nos enseñó sobre la conducta del camarada Mehmet Shehu.

Existe, pues un paralelo muy sugestivo y que hace referencia a problemas familiares y que es propio de los reaccionarios; se da nuevamente la misma situación en la relación revolucionaria calumniada entre Mao y Chiang Ching y se repiten las bajas calumnias sobre Mehmet Shehu y su esposa Fikret.

El hecho mismo de presentar a Shehu como un agente de uno y otro país creando la figura del "poli-agente", nos está mostrando la falsedad de todas y cada una de las acusaciones.

Desde nuestro punto de vista, la reacción y los chismes que ésta susurra en los oídos de los líderes y de algunos muy grandes como Stalin y Mao, hicieron mucho daño. Por la experiencia de Jruschov, nos damos cuenta que son estos elementos los que calumnian a los verdaderos dirigentes revolucionarios y los ponen supuestamente en contra de los grandes líderes.

Ocurrió con las calumnias de Jruschov frente a Stalin, vuelve a ocurrir con Mao y las calumnias de Chou En-lai contra Lin Piao y Chang Ching, finalmente las calumnias entregadas a Hoxha para asesinar a Shehu y simular un "suicidio". Estamos pues casi seguros que el llamado suicidio de Mehmet fue una gran mentira y fueron los enemigos los que falsearon la actividad de Shehu y convencieron a Hoxha de una supuesta traición logrando su ejecución. Recordamos igualmente el caso del "suicidio" de Salvador Cayetano Carpio, el comandante "Marcial" de la guerra popular prolongada del El Salvador, por intrigas del revisionismo. (Ver. "El Salvador". "La Revolución y el Socialismo en el siglo XX")

Ernesto Che Guevara, Mehmet Shehu, Lin Piao, Chen Po-ta, Salvador Cayetano Carpio, son unos cuantos de tantos y tantos héroes revolucionarios calumniados y degradados en la gran lucha revolucionaria de los últimos tiempos y que nosotros los revolucionarios del siglo XXI estamos en la obligación de reivindicar.


NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.



1. Historia del Partido del Trabajo Albanés. Pág. 320.
2. Ibidem. Pág. 229.
3. Ibidem. Pág. 51.
4. Enver Hoxha. Obras. Tomo I. Pág. 287, 288 y 289. (El subrayado sustituye a la cursilla del original)
5. Hoxha, Enver. Obras Escogidas. Tomo II. Pág. 836.
6. Ibidem. Págs. 847 y 848.
3. Ibidem. Pág. 850.
4. Ibidem. Pág. 851
5. Ibidem. Pág. 865.
6. Ibidem. Págs. 868-872-875-882-894-895.
7. Ibidem. Págs. 896.
8. Ibidem. Pág. 902-903
9. Enver Hoxha. Reflexiones sobre China. Pág. 261.
10 Ibidem. Tomo II. Pág. 294.
11. Ibidem. Pág. 327. Tomo II.
12. Hoxha, Enver. "Los titistas". Pág. 606
13. Ibidem. Págs. 606 y siguientes.

















DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CONFERENCIA DE
LOS 81 PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS
CELEBRADA EN MOSCU (1)

16 de noviembre de 1960

Queridos camaradas:

Esta Conferencia de los Partidos Comunistas y Obre­ros tiene una importancia histórica para el movimiento comunista internacional, ya que procede a un análisis de­tallado de la situación política internacional, realiza el balance de los éxitos y de los errores que pueden haber sido comprobados en nuestro camino y nos ayuda a de­terminar más claramente la línea que debemos seguir desde ahora a fin de lograr nuevos éxitos en favor del so­cialismo, del comunismo y de la paz.

La existencia del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética, es hoy una realidad. El movimiento comunista, en general, se ha ampliado, fortalecido y templado. En todo el mundo los partidos comunistas y obreros se han transformado en una fuerza colosal que conduce a la humanidad adelante hacia el socialismo y la paz.

Como también se subraya en el proyecto de declara­ción ya preparado, nuestro campo socialista es más pode­roso que el imperialista. El socialismo se fortalece y crece cada día, mientras que el imperialismo se debilita y se pudre. Debemos acelerar este proceso movilizándonos con todas las fuerzas y por todos los medios, y esto sólo lo conseguiremos si nos atenemos firme y fielmente al marxismo-leninismo y lo aplicamos correctamente. En caso contrario frenaríamos este proceso porque nos en­contramos ante feroces enemigos, tales como el imperialis­mo acaudillado por el norteamericano, a quienes tenemos que vencer y aniquilar.

Nosotros amamos la paz, mientras que el imperialis­mo no la ama y se prepara para una tercera guerra mun­dial. Debemos luchar con todas las energías para evitar otra conflagración mundial y hacer triunfar en todo el mundo una paz justa y democrática.

Alcanzaremos este objetivo cuando hayamos obligado al imperialismo a de­sarmarse. El imperialismo no depondrá las armas por su propia voluntad. Creer en semejante cosa significa enga­ñarse a sí mismo y engañar a los demás. Debemos, por lo tanto, oponer al imperialismo la colosal potencia econó­mica, militar, moral, política e ideológica del campo socia­lista, al mismo tiempo que las fuerzas unidas de los pueblos del mundo entero, para impedir por todos los medios la guerra que los imperialistas están preparando.

El Partido del Trabajo de Albania no ha ocultado ni ocultará a su pueblo la actual situación y la amenaza que representa el imperialismo para la humanidad ansiosa de paz. Podemos asegurarles que el pueblo albanés, que odia la guerra, no se ha asustado por esta justa actitud de su Partido al ponerlo en guardia: no ha caído en el pesi­mismo, ni tampoco se ha estancado en la edificación del socialismo. Ve claro su porvenir y trabaja con plena con­fianza, permaneciendo siempre vigilante y manteniendo en una mano el pico y en la otra el fusil.

Nuestro punto de vista es que el imperialismo, acau­dillado por el norteamericano, debe ser desenmascarado sin conmiseración, política e ideológicamente, y jamás se debe permitir la lisonja ni la adulación frente al impe­rialismo, ni tampoco que se le dé lustre. Ninguna concesión de principios debe hacerse al imperialismo. Las tácticas y los compromisos de nuestra parte, para ser admisibles, deben ayudar a nuestra causa y no a la del enemigo.

Ante un enemigo feroz, la garantía de la victoria de nuestra causa reside en nuestra completa unidad, y esta será asegurada eliminando las profundas divergencias surgidas, basándola en los fundamentos del marxismo-leni­nismo, en la igualdad, la fraternidad, el espíritu de camaradería y el internacionalismo proletario. Nuestro Partido estima que no sólo no debe existir ninguna brecha ideológica en nuestra unidad, sino que, por el contrario, debemos observar una actitud política única sobre todas las cuestiones. Nuestra táctica y estrategia frente a los enemigos deben ser elaboradas por todos nuestros parti­dos y fundarse en los principios marxista-leninistas, en justos criterios políticos adaptados a las situaciones con­cretas y reales. .

Todos los pueblos del mundo aspiran a la libertad, la independencia, la soberanía, la justicia social, la cultura, la paz y luchan por ellas. Estas sagradas aspiraciones han sido y son sofocadas por los capitalistas, los señores feu­dales y los imperialistas, y es pues natural que la lucha de estos pueblos se libre con mayor rigor contra capitalis­tas, señores feudales e imperialistas. Es natural tam­bién que los pueblos del mundo busquen aliados en esta lucha por la existencia que desarrollan contra sus verdugos.

Por eso, en la lucha por la paz, el desarme y el progre­so social en el mundo, el campo socialista no está sólo frente al campo imperialista, sino que se halla en estrecha alianza con todos los pueblos progresistas del mundo, mientras que los imperialistas se encuentran aislados frente al campo socialista.

Vivimos en una época en que presenciamos la destruc­ción total del colonialismo, la desaparición de esa peste que exterminaba a los pueblos de la haz de la tierra Nuevos Estados están surgiendo en Africa y en Asia. Paí­ses donde imperaban el capital, el látigo y el plomo, están sacudiendo el yugo de la esclavitud, y los pueblos toman sus destinos en sus propias manos. Esto se está logrando gracias a la lucha librada por estos pueblos y a la ayuda moral que les conceden la Unión Soviética, la China Popu­lar y los demás países del campo socialista.

Traidores al marxismo-leninismo, agentes del impe­rialismo e intrigantes como José Broz Tito, intentan de mil formas, urdiendo planes diabólicos, desorientar a los pueblos y a los nuevos Estados, apartarlos de sus aliados naturales y ligarlos directamente al imperialismo norte­americano. Debemos empeñarnos con todas las fuerzas para destruir los planes de estos lacayos del imperialismo.

Asistimos actualmente a la descomposición del impe­rialismo, a su putrefacción y agonía. Vivimos y luchamos en la época cuya característica es la transición incontenible del capitalismo al socialismo. Se están comprobando todas las enseñanzas geniales de Carlos Marx y Vladimir Ilich Lenin, las cuales, contrariamente a lo que pretenden los revisionistas, jamás envejecerán.

Los duros golpes que recibe el imperialismo mundial son tales que demuestran a las claras que ya no se encuen­tra en su "edad de oro", cuando hacía la ley siempre y como se le antojaba. Ha perdido ya la iniciativa sin que eso se produjera por su gusto y deseo. Esta iniciativa no le fue arrebatada simplemente mediante palabras y dis­cursos, sino a través de un largo proceso de revoluciones sangrientas y luchas provocadas por el mismo capitalismo en sus esfuerzos por reprimir al proletariado, contra la fuerza de los pueblos que se levantaban para destruir el mundo del hambre y de la miseria, el mundo de la esclavi­tud. Esta página gloriosa fue escrita por la gran Revolu­ción Socialista de Octubre, por la gran Unión Soviética, por el gran Lenin.

El imperialismo mundial, acaudillado por el norteame­ricano, también ahora, en los momentos en que se aproxi­ma a su fin, cuando se enfrenta a fuertes y resueltos adversarios, como es el campo socialista en gran alianza con todos los pueblos del mundo, está concentrando, orga­nizando y armando sus fuerzas agresivas. Se prepara para la guerra. Quien no ve esto, es un ciego, y quien lo ve pero lo encubre, es un traidor al servicio del imperialismo.

El Partido del Trabajo de Albania considera que, no obstante las grandes dificultades con que tropezamos para establecer la paz en el mundo, lograr el desarme y dar solución a los demás problemas internacionales, no tene­mos motivos para sentirnos pesimistas. Solamente nues­tros enemigos, que sufren una derrota tras otra, son y tie­nen que sentirse pesimistas. Puesto que hemos vencido, vencemos y venceremos, hemos sido y somos optimistas, y estamos convencidos de que nuestros esfuerzos serán co­ronados con éxito.

Sin embargo, estimamos que el optimismo exagerado, falto de realismo, lejos de ser bueno, es perjudicial. Quien niega y minimiza nuestra gran fuerza económica, política, militar y moral, quien no tiene confianza en ella, es un derrotista y no merece llamarse comunista. Pero quien embriagado por nuestra fuerza, toma por insectos a los adversarios, quien se cree que el enemigo ha perdido toda esperanza, que ya no representa peligro y que está ente­ramente a nuestra merced, no es realista y no hace más que engañar, adormecer a la gente, adormecer a los pue­blos frente a estas situaciones complicadas y preñadas de peligros que exigen de todos la máxima vigilancia, que exigen la elevación del ímpetu revolucionario de las masas y no su disminución, relajamiento y descomposición, ni el compromiso. Nuestro sufrido pueblo sentencia: El agua reposa, más no el enemigo.

Miremos los hechos de frente. El imperialismo mun­dial, dirigido por el norteamericano como destacamento más agresivo, orienta su economía a la preparación de la guerra, se arma hasta los dientes. El imperialismo norte­americano está abasteciendo con todo tipo de armas a la Alemania de Bonn, al Japón y a todos sus aliados y saté­lites. Ha organizado y perfecciona los pactos militares agresivos, ha instalado e instala bases militares en los cuatro flancos del campo socialista. Está acrecentando el arsenal de armas nucleares, rehúsa el desarme y la sus­pensión de las pruebas nucleares y trabaja febrilmente en nuevos inventos de exterminio en masa. ¿Por qué hace todo esto? ¿Acaso se prepara para una boda? ¡No! Al contrario, prepara la guerra contra nosotros, con el fin de destruir al socialismo y al comunismo y subyugar a los pueblos.

A juicio del Partido del Trabajo de Albania, hablar y pensar de otra manera sería ilusionarse y embaucar a los demás. No podríamos llamarnos comunistas en caso de temer a las adversidades de la vida. Nosotros, los comu­nistas, odiamos la guerra, los comunistas combatiremos hasta el fin para acabar con los diabólicos planes de gue­rra que urde el imperialismo norteamericano, pero si el imperialismo nos declara la guerra, le propinaremos el golpe definitivo haciendo que sea barrido de la haz de la tierra.

Ante las amenazas de guerra nuclear del imperialismo mundial encabezado por el norteamericano, debemos estar completamente preparados, tanto económica, política y moralmente como militarmente, para hacer frente a cual­quier eventualidad.

Debemos tratar de evitar una guerra mundial, ya que no es fatalmente ineluctable, pero nadie nos perdonaría si nos forjamos ilusiones y nos dejamos sorprender, por­que la lealtad ha sido siempre extraña a nuestros enemi­gos; de haber sido de otra manera, no hubieran sido nuestros enemigos. Nuestros enemigos son y seguirán siendo pérfidos enemigos. Quien confía en el enemigo, tarde o temprano perderá la partida.

La política pacífica de los países del campo socialista ha contribuido enormemente a desenmascarar los desig­nios agresivos del imperialismo, a movilizar a los pueblos contra los belicistas y a impulsar su gloriosa lucha contra los opresores imperialistas y sus instrumentos. El ejem­plo de la Cuba heroica, la lucha del pueblo japonés y los acontecimientos de Corea del Sur y de Turquía, son el mejor testimonio de la influencia de esta política.

Pero, a pesar de todo esto, muchos problemas concre­tos llevados a la mesa de conversaciones, como las pro­puestas sobre el desarme, sobre la conferencia de alto nivel, (2) etc., no han sido solucionados y su solución está siendo saboteada sistemáticamente por los imperialistas norteamericanos.

¿Qué conclusiones debemos sacar de esto? El Partido del Trabajo de Albania estima que el imperialismo, el norteamericano en primer lugar, no ha cambiado ni de pellejo, ni de pelaje, ni de naturaleza. Es y seguirá siendo agresivo aunque sólo le quede un colmillo. Por su natu­raleza agresiva es capaz de lanzar al mundo a otra gue­rra. Por eso, como subrayábamos en la Comisión de Redacción, insistimos en la necesidad de explicar a los pueblos que solamente el triunfo del socialismo en todo el mundo, o en la mayoría de los países del globo, será garantía absoluta de que no habrá conflagración mundial. Los norteamericanos no ocultan su juego, no aceptan el desarme, es más, incrementan su armamento y hacen pre­parativos bélicos, por eso debemos estar vigilantes.

No debemos hacer ninguna concesión de principios al enemigo, ni abrigar ilusiones acerca del imperialismo, porque creyendo salir de lodazales, entramos en cenagales. Además de armarse y preparar la guerra contra nosotros, el enemigo está desarrollando una desenfrenada propa­ganda para emponzoñar los espíritus, para aturdir a la gente. Emplea millones de dólares para comprar agentes y espías y organizar en nuestros países actos de espionaje, de subversión y atentados. Miles de millones de dólares ha dado y está dando el imperialismo norteamericano al agente: la banda traidora de Tito. Hace todo esto el fin de abrir una brecha en nuestro frente interno, dividirnos, debilitar y desorganizar nuestras retaguardias. Se discute demasiado sobre el problema de la coexistencia pacífica, y hay quienes afirman insensateces tales como que la China Popular y Albania se oponen a la Coexistencia pacífica. A mi parecer, deben ser desechados de una vez y para siempre tales puntos de vista nocivos y erróneos. No podrá haber Estado socialista, no podrá haber comunista verdadero que esté contra la coexistencia pacífica, contra la paz. El gran Lenin ha establecido, por primera vez, el principio de la coexistencia pacífica de los estados con diferentes sistemas sociales como una necesidad ­objetiva, mientras existan a la par en el mundo paí­ses socialistas y países capitalistas. Nuestro Partido del Trabajo, fiel a este gran principio de Lenin, siempre ha pensado y sigue pensando que la política de coexistencia pacífica responde a los intereses fundamentales de todos pueblos, responde al objetivo de fortalecer en mayor grado las posiciones del socialismo; por eso, este principio de Lenin está en la base de toda la política exterior de nuestro Estado popular.

Coexistencia pacífica entre dos sistemas opuestos no quiere decir, como pretenden los revisionistas contempo­ráneos, que tengamos que renunciar a la lucha de clases. Por el contrario, la lucha de clases ha de proseguir, y debe fortalecerse cada vez más la lucha política e ideológica contra el imperialismo, contra la ideología burguesa y la sionista. A la vez que se lucha consecuentemente para establecer la coexistencia pacífica leninista sin hacer ninguna concesión de principios al imperialismo, se ha desarrollar en mayor medida la lucha de clases en los países capitalistas, así como el movimiento de liberación nacional de los pueblos de los países coloniales y dependien­tes.

Según nuestro punto de vista, los partidos comunistas y obreros de los países capitalistas deben luchar porque se establezca la coexistencia pacífica entre sus países, todavía bajo el sistema capitalista, y nuestros países socia­listas. Pero su deber no ha concluido con esto. En esos países debe desarrollarse, crecer y fortalecerse la lucha de clases, y las masas trabajadoras, dirigidas por el proletariado de cada país con su partido comunista a la cabeza y en alianza con todo el proletariado mundial, deben hacer la vida imposible al imperialismo, destruir sus ba­ses de guerra y económicas, arrebatarle de las manos la fuerza económica y política, y encaminarse hacia el ani­quilamiento de su viejo poder, instaurando el nuevo poder del pueblo. ¿Conseguirán esto por la violencia o por la vía pacífica y parlamentaria?

Esta cuestión estaba clara, el camarada Jruschov la embrolló en balde en el vigésimo Congreso y lo hizo hasta el punto de llegar a agradar a los oportunistas. ¿Por qué parodiar, como se hizo, las diáfanas tesis de Lenin y la Revolución Socialista de Octubre? El Partido del Trabajo de Albania ha tenido siempre una clara comprensión de las enseñanzas de Lenin sobre esa cuestión y se ha man­tenido fiel a ellas. Hasta ahora ningún pueblo, ningún proletariado y ningún partido comunista u obrero ha to­mado el poder sin sangre y sin violencia.

Algunos camaradas se apartan de la realidad cuando pretenden que han tomado el poder sin sangre, olvidando que por ellos ha derramado ríos de sangre en la Segunda Guerra Mundial el glorioso Ejército Soviético.

En lo que respecta a esta cuestión, nuestro Partido opina que debemos prepararnos para los dos caminos y ha­cerlo bien, fundamentalmente para la toma del poder me­diante la violencia, ya que si nos preparamos bien en este sentido también la otra posibilidad tiene mayor probabili­dad de éxito. La burguesía puede dejarte sermonear para luego dar un golpe fascista y liquidarte, y todo eso como resultado de no haber preparado ni los cuadros de choque, ni la labor clandestina, ni sitios donde guarecerse y traba­jar, ni medios de combate. Debemos prevenir esta trágica eventualidad.

El Partido del Trabajo de Albania ha luchado, lucha y luchará por la paz y la coexistencia pacífica en la vía marxista-leninista, tal como nos enseña Lenin y lo define la Declaración de Moscú. Ha estado, está y estará por el desarme general, y con este fin luchará activamente. Por ninguna circunstancia y ni un solo momento el Partido del Trabajo de Albania hará una pausa en la lucha política e ideológica tanto contra los manejos de los imperialistas y capitalistas como contra la ideología burguesa, no cesará su lucha enconada, ininterrumpida y sin compromiso al­guno, contra el revisionismo contemporáneo y, en parti­cular, contra el revisionismo titoísta yugoslavo. Podrá haber camaradas que nos acusen a nosotros, los albaneses, de testarudos, de ser buscapleitos, de arrebatados, de sec­tarios, de dogmáticos y quién sabe de cuántas cosas más, pero refutamos tales acusaciones falsas y les decimos que no nos retractaremos de estas posiciones, porque son mar­xista-leninistas.

Se dice que nosotros queremos la guerra y estamos en contra de la coexistencia. Inclusive el camarada Koslov nos coloca a los albaneses ante la siguiente alternativa: o bien la coexistencia tal como él la entiende, o bien una bomba atómica de los imperialistas, que hará de Albania cenizas y no dejará con vida a ningún albanés. Hasta el presente, nadie, ni siquiera algún representante del impe­rialismo norteamericano, le ha hecho al pueblo albanés semejante amenaza atómica. Mas resulta que tal amenaza procede de un miembro del Presidium del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y, ¿a quién se la dirige? A un pequeño y heroico pueblo que durante siglos luchó frente a feroces e innumerables enemigos y que jamás se doblegó, a un pequeño pueblo que combatió con singular heroísmo contra los hitlerianos y los fascistas italianos, se la dirige a un pueblo que es uña y carne con la gloriosa Unión Soviética, se la dirige a un Partido que se mantiene consecuentemente fiel al marxismo-leninismo y al Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero, camarada Frol Koslov, usted se ha equivocado de direc­ción y no conseguirá intimidamos para someternos a su mala voluntad. Por nuestra parte, jamás confundiremos el glorioso Partido de Lenin con este comportamiento tan hostil y tan descarado hacia el pueblo albanés y el Partido del Trabajo de Albania. El Partido del Trabajo de Albania prestará todo su apoyo a las justas y pacíficas propuestas de la Unión Soviética y de los demás países del campo socialista, así como a las del resto de los países amantes de la paz, y luchará por verlas materializadas.

El Partido del Trabajo de Albania se empeñará con todas sus fuerzas, hará uso de todos sus derechos y cum­plirá todos sus deberes por el fortalecimiento de la unidad del campo socialista, de una unidad marxista-leninista. Es absurdo pensar que la pequeña Albania socialista in­tenta separarse y vivir fuera del campo socialista, fuera de la fraternidad de nuestros pueblos socialistas. La presencia de Albania en el seno del campo socialista no se la ha dado nadie como un regalo, sino que nuestro pueblo y el Partido del Trabajo de Albania la han ganado con sangre, trabajo, sacrificios y sudor, gracias al sistema de gobierno que han instaurado y al camino marxista-leninista que siguen. Pero que nadie se imagine que Albania, por ser un pequeño país, y el Partido del Trabajo de Al­bania, por ser un partido pequeño, obedecerán a quien­ quiera que sea si están convencidos de que se equivoca.

Como lo dije más arriba, el Partido del Trabajo de Albania estima que nuestro campo socialista, que persigue un objetivo único y se guía por el marxismo-leninismo, debe tener también una estrategia y una táctica propias, y éstas deben ser elaboradas en común por nuestros partidos y Estados del campo socialista. En el seno de nuestro campo hemos creado algunas formas de organización del trabajo, tales como los órganos del Tratado de Varsovia y el Consejo de Ayuda Mutua Económica, pero es justo decir que han quedado algo formales o, mejor dicho, no funcionan según el principio de la dirección colectiva.

Entendámonos bien. No planteamos la cuestión de saber si también nosotros debemos ser consultados o no. Natu­ralmente, nadie puede negarnos el derecho a ser consul­tados, pero para ello es necesario que nos reunamos. La cuestión la planteamos en principio, y afirmamos que estas formas de organización deben funcionar regularmente, en ellas deben plantearse los problemas, tomarse decisiones y controlarse su cumplimiento.

El desarrollo y el fortalecimiento de la economía de los países socialistas ha sido siempre una de las primeras preocupaciones de la política de nuestros partidos y go­biernos, uno de los factores determinantes de la invencible fuerza del campo socialista.

En nuestros países, la edificación del socialismo y del comunismo avanza impetuosamente. Esto se debe a los grandes esfuerzos de nuestros pueblos y a la ayuda que se dan mutuamente.

Hasta ahora la República Popular de Albania no ha ayudado económicamente a nadie, primero porque nuestro país es pobre y segundo porque nadie necesita nuestra ayuda. Más, ateniéndonos a normas justas, hemos hecho y hacemos esfuerzos para ayudar con nuestras exporta­ciones, en lo posible, a los países amigos y hermanos. Nos han ayudado nuestros amigos y, en primer lugar, la Unión Soviética.

Esta ayuda de la Unión Soviética y de los demás países de democracia popular, el Partido del Trabajo de Albania y el Gobierno de la República Popular de Albania la han aprovechado lo mejor posible en beneficio del pueblo. Nuestro pueblo estará eternamente agradecido por esta ayuda a los pueblos soviéticos, al Partido Comunista de la Unión Soviética, al Gobierno soviético y a los pueblos, partidos y gobiernos de los países de democracia popular. Esta ayuda la hemos concebido, la concebimos y la con­cebiremos no como una limosna, sino como una ayuda fraternal, como una ayuda internacionalista.

Nuestro pueblo, un pueblo que vivió en la más completa indigencia, que luchó con heroísmo, que fue masa­crado y devastado, estaba por lo tanto obligado a pedir ayuda a los amigos hermanos mayores más ricos econó­micamente que él. Por su parte, también los amigos tenían y tienen la obligación internacionalista de otorgar esta ayuda. Por eso, se ha de refutar todo punto de vista tene­broso y antimarxista que eventualmente pudiera manifestarse en relación al carácter y al propósito de esa ayuda. Las presiones económicas sobre el Partido del Trabajo de Albania, sobre el Gobierno albanés y sobre nuestro pueblo, están destinadas al fracaso.

Deseo plantear aquí que las ayudas de los países eco­nómicamente más fuertes destinadas a los países con una economía más débil, como es el caso del nuestro, deben ser mayores. El pueblo albanés no piensa en ningún ins­tante cruzarse de brazos y esperar a que otros le alimenten. Esta no es su costumbre. Tampoco nuestro pueblo pre­tende que el nivel de vida en nuestro país alcance de golpe el de muchos países de democracia popular, pero sí que hay que darle una mayor ayuda para el desarrollo ininterrumpido de sus fuerzas productivas. Consideramos que los países económicamente fuertes del campo socialista deben conceder créditos también a los países capitalistas neutrales, también a los pueblos que acaban de liberarse del colonialismo, cuando los gobiernos de estos países ca­pitalistas se oponen al imperialismo, respaldan la política pacífica del campo socialista y no obstaculizan ni contra­rrestan la legítima lucha de las fuerzas revolucionarias, pero, en primer lugar, deben examinarse con más deteni­miento y satisfacerse las necesidades de los países del campo socialista. La India, es cierto, tiene necesidad de hierro y acero, pero los necesita más y antes Albania socialista; Egipto tiene necesidad de obras de irrigación y de energía eléctrica, pero las necesita más y antes Alba­nia socialista.

En muchos problemas políticos de primordial impor­tancia, los países que integran nuestro campo socialista han tenido y tienen idénticos puntos de vista. Pero, por no llegar a constituir una regla las consultas mutuas, a menudo se ha observado que Estados de nuestro campo socialista toman iniciativas políticas - y en principio no estamos en contra de la toma de iniciativas - que muchas veces afectan también a otros Estados de este campo. Al­gunas de estas iniciativas no son justas, en particular las que debían ser tomadas colectivamente por los miembros del Tratado de Varsovia.

De este carácter es la iniciativa del Gobierno búlgaro, que notificó al Gobierno griego, sin tomar en cuenta para nada a Albania, que los países de democracia popular de los Balcanes están dispuestos a desarmarse si accede a esto también el Gobierno griego. A nuestro parecer esa ini­ciativa ha sido errónea, y tal propuesta, aún aceptándola Grecia, no sería aprobada por el Gobierno albanés. Alba­nia está de acuerdo con la propuesta soviética hecha por Nikita Jruschov en mayo de l959 (3), pero no con la búlgara que desea el desarme de los países de los Balcanes olvi­dando la presencia de Italia. ¿Acaso los camaradas búlgaros no recuerdan que la Italia burguesa y fascista ha atacado varias veces a Albania durante este siglo?

¿Acaso se puede permitir a los camaradas búlgaros que, sin consultar para nada al Gobierno albanés con el cual les une un tratado de defensa, propongan al Gobierno griego un tratado de amistad y de no agresión cuando Grecia se mantiene en estado de guerra con Albania y tiene
pretensiones territoriales sobre nuestra Patria? Nos parece peligroso que tales acciones sean emprendidas uni­lateralmente.

Puede ser que esta justa y legítima oposición nuestra haya llevado a los camaradas búlgaros a la supuesta con­clusión de que nosotros, los albaneses, no tenemos una justa concepción de la coexistencia, que deseamos la gue­rra, etc. Estos puntos de vista son erróneos.

Actos análogos han tenido por protagonistas también a los camaradas polacos en las Naciones Unidas, cuando el camarada Gomulka declaró unilateralmente ante la Asam­blea General de las Naciones Unidas que Polonia proponía mantener el "statu quo" de las fuerzas militares en el mundo y, concretamente, que no se estableciesen más bases militares, dejando en pie las existentes, que no se instalasen más cohetes, pero que se conservaran los existentes, que guardasen el secreto de la bomba atómica los Estados po­seedores y no se lo revelaran a otros Estados. A nuestro parecer, semejante propuesta se opone a los intereses de nuestro campo. Que no se instalen más cohetes, pero ¿por quién y dónde? Todos los miembros de la OTAN incluyen­do Italia, Alemania Occidental y Grecia están equipados con cohetes. Que no se conceda el secreto de la bomba ató­mica, pero ¿a quién? Lo tiene Inglaterra, lo tiene Francia y lo tiene también Alemania Occidental. Es obvio que tal propuesta de ser aceptada nos obligaría a nosotros, los países de democracia popular, a no instalar cohetes, o a algún otro país del campo socialista, además de la Unión Soviética, a no poseer la bomba atómica.

Preguntamos, ¿por qué la China comunista no debe poseer la bomba atómica? Estimamos que debe tenerla, y cuando China cuente con la bomba y cohetes entonces veremos en qué términos se expresa el imperialismo nor­teamericano, veremos si continúa negándole a China sus derechos en la palestra internacional, veremos si los im­perialistas norteamericanos se atreven a blandir las armas como lo han hecho hasta hoy.

Se podrá preguntar si la posesión de la bomba atómica y la posibilidad de servirse de ella permitiría a China obtener esos derechos a pesar de los Estados Unidos de América. Pero, China, al igual que la Unión Soviética, no hará uso jamás de esta arma si no somos atacados por los que llevan en la sangre la agresión y la guerra. Si la Unión Soviética no poseyera la bomba, el imperialismo hablaría en otros términos con nosotros. Jamás seremos los primeros en emplear las armas nucleares, estamos en contra de la guerra, estamos dispuestos a destruirlas, pero necesitamos la bomba para defendernos. El miedo guarda los viñedos, dice nuestro pueblo. Es necesario que los imperialistas nos teman, incluso es necesario que nos te­man mucho.

El Partido del Trabajo de Albania, basándose en el marxismo-leninismo y en la Declaración y el Manifiesto por la Paz de Moscú, ha perseverado en una línea justa marxista-leninista tanto en lo concerniente a las cuestiones de política internacional, como en los importantes proble­mas de la edificación del socialismo. En lo que respecta a las relaciones internacionales, la línea de nuestro Partido ha concordado con la política del campo socialista y ha seguido la orientación de la política pacífica de la Unión Soviética.

El Partido del Trabajo de Albania ha considerado y no dejará de considerar a la Unión Soviética como salvadora de nuestro pueblo y su gran experiencia como universal e indispensable para todos. El Partido del Trabajo de Alba­nia, ha seguido, aplicado y adoptado sin reservas esta gran experiencia en todos los terrenos, y a ella debe grandes éxitos. Hemos obtenido resultados satisfactorios en la creación y el reforzamiento de nuestra industria, en la co­lectivización de la agricultura, en el desarrollo de la educa­ción y la cultura, que han cobrado un gran impulso, en la construcción de nuestro Estado y de nuestro Partido. Nues­tro Partido ha adquirido ya madurez y una experiencia considerable en estos terrenos de actividad.

Nuestro Partido ha educado y no dejará de educar a nuestro pueblo en el cariño y la gran fidelidad hacia los pueblos de la Unión Soviética y el Partido Comunista de la Unión Soviética. Este cariño se ha forjado y seguirá forjándose porque se ha amasado con sangre, porque se ha desarrollado sobre las bases del marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario. Hemos estimado y esti­mamos profundamente a los soviéticos, de la misma ma­nera que ellos han estimado y estiman al pueblo y al Par­tido del Trabajo de Albania. La nuestra es una amistad entre pueblos, entre partidos marxista-leninistas, y por eso florecerá eternamente, jamás morirá. Esta es la firme con­vicción de los comunistas albaneses y esta convicción la han inculcado y la reforzarán incesantemente en el pueblo albanés. Sin esa amistad, lo hemos dicho y lo repetimos, no podría haber libertad para nuestro pueblo. Ese es el fruto del leninismo.

Los grandes problemas de la actualidad han preocupado tanto al Partido del Trabajo de Albania como a nuestro pequeño pueblo. Nuestra República Popular ha estado y está cercada geográficamente por Estados capitalistas y por los revisionistas yugoslavos, por eso ha sido preciso que permaneciéramos muy vigilantes, que empleáramos hom­bres y fondos considerables para la defensa de nuestras fronteras, de la libertad y de la soberanía de la Patria frente a las innumerables tentativas de los imperialistas y de los satélites servidores suyos.

Somos un país pequeño y un pueblo pequeño, y hemos sufrido enormemente, pero también hemos luchado mucho. Nadie nos ha regalado la libertad de que gozamos hoy, sino que la hemos conquistado con sangre. Hemos apren­dido a conocer y estamos conociendo cada vez mejor a nuestros enemigos imperialistas, sus maniobras contra el campo socialista y, en particular, contra nuestro país, por eso no hemos abrigado ni abrigaremos ilusión alguna de que cambien su naturaleza y sus designios contra los pue­blos, contra nuestro campo y, en particular, contra Albania socialista. Nuestro Partido se ha declarado y se declara partidario de la paz y luchará sin cesar, al lado de la Unión Soviética, de la China Popular, de los otros países del campo socialista y de todos los países progresistas, por la salvaguardia de la paz.

Los imperialistas norteamericanos e ingleses nos han acusado y nos acusan a los albaneses de "violentos y beli­cistas". Esto es explicable sólo por el hecho de que el pue­blo albanés les ha cortado las manos en sus numerosas tentativas para subyugarnos y ha cortado la cabeza a sus agentes que conspiraban en contra del Partido del Trabajo de Albania y de nuestro régimen de democracia popular.

La banda de Tito, la de los monarca-fascistas chovinistas griegos y los círculos dominantes de Roma nos han acusado y nos acusan de "belicistas, perturbadores de la paz en los Balcanes" porque siempre les hemos roto las costillas, y lo haremos sin la menor vacilación, porque su objetivo de siempre ha sido y seguirá siendo, desmembrar Albania en su beneficio, subyugar a nuestro pueblo.

Nos parece superfluo reafirmar en esta reunión que la guerra es ajena a los países socialistas, a nuestros parti­dos marxista-leninistas, pero la cuestión consiste en saber por qué los imperialistas y sus agentes acusan a China y Albania de belicistas y de ser supuestamente contrarios a la coexistencia pacífica.

Y ahora, tomemos la cuestión de Albania. ¿A quién ha de declarar la guerra Albania y por qué? Sería ridículo si nos pusiésemos a responder esa pregunta. Lo cierto es que quienes nos lanzan esta acusación, lo hacen para en­cubrir sus proyectos agresivos hacia Albania.

Rankovich desea que hagamos de nuestra Patria fonda cuyas puertas franqueen sin visado agentes, armas yug­oslavos, italianos, griegos, para traernos su cultura de ''señores de horca y cuchillo'', para que Tito realice el sueño de hacer de Albania la séptima república de Yugos­lavia, para que la burguesía reaccionaria italiana ponga en marcha por tercera vez sus planes de rapiña contra Albania, o bien para que los monarca-fascistas griegos hagan realidad su sueño loco de anexionarse la Albania del Sur. Como no les hemos permitido ni les permitiremos jamás hacer lo que se les antoja, nos tildan de "belicistas". Ellos saben muy bien que si osan tocar nuestras fronteras, ten­drán que enfrentarse con nosotros y con todo el campo socialista.

Así pues, su objetivo sigue siendo aislarnos del campo socialista y de los amigos, y porque no les abrimos nuestras fronteras para que campeen libremente en nuestro terri­torio, nos acusan de ser "violentos y belicistas", de ser "contrarios a la coexistencia". Pero por una ironía de la vida hay camaradas que creen en este juego de los revisionistas y en estas calumnias contra el Partido del Trabajo de Albania. Naturalmente, estamos en contra de una coexistencia tal, en aras de la cual los albaneses tengamos que hacer concesiones territoriales y políticas a Sófocles Venizelos. (4) ¡No! Los tiempos en los que el territorio de Albania era moneda de cambio han pasado para siempre. Estamos en contra de una coexistencia con el Estado yugoslavo que imponga como condición la extinción de la lucha ideológica y política contra los revisionistas yugos­lavos, contra estos agentes del imperialismo internacional, contra estos traidores al marxismo-leninismo. Estamos en contra de semejante coexistencia con los ingleses o los norteamericanos en aras de la cual debamos reconocerles, tal como exigen, la validez de las viejas concesiones polí­ticas, diplomáticas y comerciales que les había hecho el régimen del rey Zog.

Como conclusión general, el Partido del Trabajo de Albania está enteramente convencido de que nuestra gran causa, la causa de la victoria del socialismo y de la paz, triunfará. Las fuerzas unidas del campo socialista enca­bezadas por la Unión Soviética, las del movimiento comu­nista y obrero internacional y las de todos los hombres y pueblos amantes de la paz, tienen la posibilidad, mediante acciones decididas, de imponer a los imperialistas la coexistencia pacífica y de evitar una guerra mundial. Pero, al mismo tiempo, no debemos dejar de reforzar nuestra vigilancia revolucionaria para que nuestros enemigos nunca puedan cogernos desprevenidos. Estamos convencidos de que la victoria en esta noble lucha por la paz en el mundo y por el triunfo del socialismo será nuestra. El pueblo albanés y el Partido del Trabajo de Albania, igual que hasta ahora, no escatimarán nada para contribuir con todas sus fuerzas al triunfo de nuestra causa común. Como siempre, avanzaremos en férrea unidad con todo el campo socialista, con la gloriosa Unión Soviética y todo el movi­miento comunista y obrero internacional.

Queridos camaradas:

La unidad del movimiento comunista y obrero inter­nacional constituye el factor decisivo para la realización del noble objetivo que es el triunfo de la paz, la demo­cracia, la independencia nacional y el socialismo. Esta cuestión se subraya de manera particular tanto en la De­claración de Moscú del año 1957, como en el proyecto de declaración preparado para nuestra Conferencia. En la Declaración de Moscú de 1957 se afirma que:

«Los partidos comunistas y obreros asumen una res­ponsabilidad histórica muy seria para los destinos del sistema socialista mundial y del movimiento comu­nista internacional. Los partidos comunistas y obreros participantes en la Conferencia declaran que fortale­cerán sin cesar su unidad y colaboración camaraderil, en interés del continuo fortalecimiento de la unidad de la familia de los Estados socialistas, en interés del movimiento obrero internacional, de la causa de la paz y del socialismo».

Hay que señalar que, particularmente en los últimos tiempos, en el movimiento comunista internacional y en las relaciones entre algunos partidos han surgido profun­dos desacuerdos ideológicos y políticos, cuya agravación puede acarrear solamente daños a nuestra gran causa. Por eso, el Partido del Trabajo de Albania estima que, para avanzar unidos hacia nuevas victorias, debemos criticar los errores y las manifestaciones negativas reveladas hasta ahora y rectificarlos.

Queremos ahora detenernos en la cuestión de la Re­unión de Bucarest, en la cual, como se sabe, nuestro Partido no expuso su opinión respecto a los desacuerdos que han surgido entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de China, reservándose desde en­tonces el derecho de hacerlo en esta Conferencia de los representantes de los partidos comunistas y obreros. En aquella ocasión, el Partido del Trabajo de Albania fue acusado por los camaradas soviéticos y por algunos cama­radas de otros partidos hermanos de todo lo que pueda imaginarse, pero a nadie se le ocurrió reflexionar un mo­mento y preguntarse por qué ese Partido había adoptado tal actitud contraria a la corriente, por qué a ese Partido, que se ha mantenido hasta el fin leal al marxismo-leninismo y a la Declaración de Moscú, se le acusaba inesperadamente de estar "en contra del marxismo-leninismo y de la Decla­ración de Moscú", y por qué ese Partido, ligado tan estre­chamente a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión Soviética, se oponía de repente a la dirección de la Unión Soviética.

Ahora que todos los camaradas tienen en la mano tanto el material informativo soviético como el material del Partido Comunista de China, deben reflexionar ellos mismos al respecto. Por nuestra parte hemos leído y estu­diado tanto el material soviético como el chino, hemos discutido cuidadosamente con el activo del Partido estos documentos y acudimos por tanto a esta Conferencia con el punto de vista unánime de todo el Partido.

Como se sabe, el 24 de junio de este año, con ocasión del Congreso del Partido Obrero Rumano, inopinadamente y sin previo aviso, - al menos en lo que se refiere a nuestro Partido -, por iniciativa de los camaradas de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética se organizó la Reunión de Bucarest. En vez de "intercambiar opiniones" y fijar la fecha de esta conferencia que estamos realizando - como se había acordado en las cartas con fecha 2 y 7 de junio (5), dicha reunión se ocupó de otro asunto, de la acusación ideológica y política dirigida contra el Partido Comunista de China, basándose en el material "informativo soviético". En base a este material, total­mente desconocido hasta algunas horas antes de la apertura de la Reunión, los delegados de los partidos comunistas y obreros hermanos que se hallaban en Bucarest para otro asunto, - sin tener (por lo menos la delegación de nuestro Partido) ninguna autorización para discutirlo y menos aún para decidir en esta cuestión tan importante del comunismo internacional -, debían pronunciarse en favor de los pun­tos de vista del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. No se podía esperar una discusión seria de este material, que contenía tan graves acusaciones contra otro partido marxista-leninista, cuando no se daba la oportunidad a los delegados, y sobre todo a las direc­ciones de los partidos comunistas y obreros, de estudiarlo en todos los aspectos, y no se dejaba el tiempo necesario a la parte acusada para que planteara a tiempo y en toda la amplitud que emplea la parte acusadora sus puntos de vista. El hecho es que la dirección soviética tenía como única preocupación dominante hacer saber rápidamente sus acusaciones contra el Partido Comunista de China y obtener una condena contra este Partido a toda costa.

Era esta cuestión la que preocupaba al camarada Jruschov y a los demás camaradas soviéticas en Bucarest, y no los problemas de política internacional surgidos después del fracaso de la conferencia de alto nivel de París, pro­blemas que preocupaban a nuestro campo y a todo el mundo.

Nuestro Partido estaría completamente de acuerdo con que se reuniera una conferencia internacional de los par­tidos comunistas y obreros, también lo estaría con cualquier otra conferencia, con cualquier orden del día, pero a con­dición de que estas conferencias fueran regulares, tuvieran la aprobación de todos los partidos, se determinara clara y previamente el orden del día, se entregara a los partidos comunistas y obreros los materiales necesarios, y se les dejara tiempo para estudiar dichos materiales, para pre­pararse y para que los burós políticos de los partidos obtuvieran, en caso de ser imprescindible, incluso la apro­bación de los plenos de los comités centrales, acerca de las hipotéticas resoluciones a adoptar en dichas conferencias. Por tanto, las conferencias deben ser desarrolladas dentro de las normas leninistas que regulan las relaciones entre los partidos comunistas y obreros, en base a la completa igual­dad de todos los partidos, en el espíritu camaraderil comu­nista e internacionalista y con elevada moral comunista.

La Reunión de Bucarest no respondía a estas normas, por consiguiente, nuestro Partido, no obstante haber parti­cipado en ella, la condenó y la condena como una reunión irregular, por haber sido violadas en ella las normas leninistas.

Estimamos que la Reunión de Bucarest sirvió muy mal a la causa del movimiento comunista internacional, a la causa de la solidaridad internacional de los trabajadores, a la causa del fortalecimiento de la unidad del campo socia­lista, a la causa de la solución marxista-leninista de los desacuerdos ideológicos, políticos y organizativos que pue­dan surgir en el seno de los partidos comunistas y obreros y que perjudican al marxismo-leninismo. La culpa de ello es imputable a los camaradas de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética que organizaron esta reunión, la concibieron en esa forma y aplicaron esas nor­mas no marxistas.

Su objetivo era lograr que el Partido Comunista de China fuera condenado por el movimiento comunista in­ternacional imputándole errores y faltas infundadas e inexistentes. Esa es la rotunda convicción del Comité Cen­tral del Partido del Trabajo de Albania, fundada en el estudio de los hechos, en base a los materiales soviético y chino de que ya dispone el Partido del Trabajo de Albania, en base al análisis minucioso que ha hecho de la evolución de la situación internacional y de las posiciones oficiales del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista de China.

El Partido del Trabajo de Albania considera unáni­memente que los camaradas soviéticos se han equivocado gravemente en Bucarest, condenando injustamente al Par­tido Comunista de China por haberse desviado, por decirlo así, del marxismo-leninismo, por haber infringido y aban­donado la Declaración de Moscú de 1957, acusando al Par­tido Comunista de China de "dogmático", "sectario", de estar "por la guerra" y "contra la coexistencia pacífica", de reclamar una "posición privilegiada" en el campo socia­lista y en el movimiento comunista internacional, etc.

Los camaradas soviéticos se equivocaron gravemente también en el sentido de que, aprovechándose del gran cariño y confianza que los comunistas sienten por la Unión Soviética y por el Partido Comunista de la Unión Soviética, intentaron imponer a los demás partidos comunistas y obreros sus puntos de vista incorrectos con respecto al Partido Comunista de China.

Para el Partido del Trabajo de Albania ha sido evi­dente desde los primeros momentos - desde que comenzaron las febriles maniobras que no debían haberse permitido los camaradas soviéticos, tendentes a convencer a nuestra delegación en Bucarest - que los camaradas soviéticos deseaban con infundadas argumentaciones y con presiones atraer a la delegación del Partido del Trabajo de Albania a la trampa que preparaban y alinearlo junto a sus puntos de vista erróneos.

Para el camarada Jruschov era significativo el hecho de "si nos alineábamos o no de la parte soviética" (eso le fue dicho al camarada Hysni Kapo por Antropov). El camarada Jruschov manifestó esta idea también de otras formas, en las intervenciones contra nuestro Partido en la Reunión de Bucarest. Eso fue confirmado varias veces también por la injustificada y poco amistosa actitud de la dirección soviética y del personal de la embajada soviética en Tirana después de la Reunión de Bucarest, actitud de la cual hablaremos más adelante. Para los camaradas diri­gentes soviéticos no tenía ninguna importancia el punto de vista de un partido marxista-leninista como el nuestro, pero si les interesaba que éste mantuviera la misma actitud que el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética en Bucarest.

El Partido Comunista de la Unión Soviética, que or­ganizó la Reunión de Bucarest, en ningún momento co­municó al Partido del Trabajo de Albania que, con ocasión del Congreso del Partido Obrero Rumano, se pronunciarían acusaciones contre el Partido Comunista de China preten­didamente motivadas por los graves errores de su línea.

El Partido del Trabajo de Albania supo esto de la forma más inesperada. Y es ahora que nos enteramos de que los demás partidos del campo socialista, con excepción del Partido del Trabajo de Albania, del Partido Comunista de China, del Partido del Trabajo de Corea y del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, tenían conocimiento de que se organizaría en Bucarest tal reunión para acusar a China. Si esto es cierto, entonces es del todo evidente que la cues­tión se hace mucho más seria y adquiere la forma de una fracción de carácter internacional.

Sin embargo, nuestro Partido no fue cogido por sor­presa ni le faltó la vigilancia; y esto se lo debe al hecho de que siempre respeta las normas leninistas en sus rela­ciones con los demás partidos, tiene un gran respeto mar­xista por el Partido Comunista de la Unión Soviética, por el Partido Comunista de China y todos los demás partidos comunistas y obreros, respeta el principio de la igualdad entre los partidos, principio que deben respetar también los demás partidos en las relaciones con el Partido del Trabajo de Albania, independientemente de ser éste peque­ño en número.

Nuestro Partido vio desde un principio que todas estas normas se estaban infringiendo en la Reunión de Bucarest y por eso mantuvo la actitud ya conocida por todos, actitud que consideró y considera como la única justa frente a los acontecimientos tal como se desarrollaron.

Algunos dirigentes de los partidos hermanos nos ca­lificaron de "neutralistas", algunos nos acusaron de que "nos separábamos de la justa línea marxista4eninista", y esos dirigentes llegaron hasta emprender en el seno de sus partidos una campaña tendente a desacreditar al nuestro. Rechazamos todos esos manejos con desdén, porque se trata sólo de calumnias, de prácticas deshonestas incompa­tibles con la moral comunista.

Preguntamos a los que emprendieron estos actos re­probables contra el Partido del Trabajo de Albania: ¿Tiene derecho un partido a exponer libremente su opinión tal como la juzga correcta? ¿Qué opinión expuso el Partido del Trabajo de Albania en Bucarest? Nosotros expresamos nuestra fidelidad al marxismo-leninismo y esta fidelidad queda comprobada por toda la vida y la lucha del Partido del Trabajo de Albania; manifestamos nuestra fidelidad a las resoluciones de la Declaración de Moscú y del Manifiesto por la Paz de 1957, y eso lo confirma la línea seguida consecuentemente por el Partido del Trabajo de Albania, manifestamos nuestra fidelidad a la unidad del campo so­cialista y nuestra determinación de defenderla, y estos sentimientos están confirmados por toda la lucha del Par­tido del Trabajo de Albania; expresamos el afecto y la fidelidad al Partido Comunista de la Unión Soviética y a los pueblos soviéticos y esto lo prueba toda la vida del Partido del Trabajo de Albania. Rehusamos juzgar "los errores" del Partido Comunista de China y menos aún "condenarlo" sin antes tomar en consideración los pun­tos de vista del Partido Comunista de China acerca de las cuestiones que se planteaban tan erróneamente, en forma precipitada y antimarxista contra este Partido. Aconsejamos que era necesario ser prudentes y mostrar sangre fría y espíritu de camaradería en la solución de esa cuestión vital y extremadamente seria para el comunismo internacional. Ese fue todo nuestro "crimen", lo que mo­tivó que nos lanzaran la piedra. Pero creemos que la pie­dra levantada para golpearnos les dio en la cabeza a los mismos que la lanzaron. Con el transcurso del tiempo se está confirmando la justa actitud del Partido del Trabajo de Albania.

¿Por qué el camarada Jruschov y los demás camaradas se apresuraron tanto a acusar al Partido Comunista de China de manera infundada y sin presentar pruebas? ¿Acaso se les puede permitir a los comunistas y, en particular, a los principales dirigentes de un partido tan grande y glo­rioso como el Partido Comunista de la Unión Soviética cometer semejante acto condenable? Ellos pueden dar su respuesta al respecto, pero también el Partido del Trabajo de Albania tiene pleno derecho a exponer su opinión.

El Partido del Trabajo de Albania estima que la Re­unión de Bucarest constituye un gran error en sí, error que, por lo demás, fue agravado conscientemente en ella. De ningún modo se ha de echar al olvido la Reunión de Bucarest, por el contrario hay que condenarla severamente como una mancha en el movimiento comunista internacio­nal.

No cabe la menor duda de que grandes desacuerdos ideológicos han surgido y se han desarrollado entre el Par­tido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comu­nista de China. Estos desacuerdos entre los dos partidos debían ser allanados a tiempo por el camino marxista- leninista.

El Partido Comunista de China dice en su documento que estos desacuerdos de principio han surgido inmediata­mente después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, y que las cuestiones en controversia han sido planteadas por los camaradas chinos. Algunos de estos puntos de vista fueron tomados en consideración por los camaradas soviéticos, otros fueron rechazados.

El Partido del Trabajo de Albania estima que en caso de no ser solucionados estos desacuerdos entre los dos partidos, habría que recurrir a la organización de una re­unión de los partidos comunistas y obreros donde se plan­tearan esas cuestiones, se discutieran y se adoptara una actitud. No es justo que esos desacuerdos se relegaran a segundo plano, y de ello la culpa recae sobre los camaradas soviéticos que conocían esos desacuerdos y que los menos­preciaban porque estaban convencidos de la justeza de su línea y de la "inviolabilidad" de ésta, lo que, a nuestro juicio, constituye un punto de vista idealista y metafísico.

Si los camaradas soviéticos estaban convencidos de la justeza de su línea y su táctica, ¿por qué no organizaron a tiempo tal reunión a fin de solucionar esos desacuerdos? ¿ Acaso eran insignificantes las cuestiones que se plantea­ban, como por ejemplo la condena de J.V. Stalin, la im­portante cuestión de la contrarrevolución en Hungría, la de las formas de la toma del poder, sin referirnos a muchas otras cuestiones igualmente muy importantes que surgieron posteriormente? ¡No! No eran insignificantes. Todos tene­mos nuestros puntos de vista sobre estos problemas, porque a todos, como comunistas, nos interesan, y si todos nuestros partidos han asumido una responsabilidad ante sus pueblos, son responsables también ante el Comunismo internacional.

Para poder condenar al Partido Comunista de China por culpas y pecados imaginarios, el camarada Jruschov y los demás dirigentes soviéticos estaban muy interesados en presentar estas cuestiones como si se tratara de desacuerdos entre China y el conjunto del movimiento comunista in­ternacional, pero cuando se trató de cuestiones como las referidas líneas arriba, fueron juzgadas y decididas exclu­sivamente por el camarada Jruschov y su círculo de cama­radas, pensando que no era menester que se discutiera en forma colectiva, en una reunión de representantes de todos los partidos, pese a ser importantes cuestiones de carácter internacional.

Estalló la contrarrevolución en Hungría, pero se pasa­ron en silencio las cuestiones que le concernían. ¿Por qué se sigue esta táctica de cerrar un asunto cuando a los ca­maradas soviéticos les conviene hacerlo, mientras que, en caso contrario, organizan no sólo reuniones como la de Bucarest, sino que mueven todos los resortes para imponer a los demás el punto de vista de que China "se opone a la línea de todos los partidos comunistas y obreros del mundo"?

Algo semejante hicieron los camaradas soviéticos tam­bién con nosotros. En el mes de agosto de este año, la dirección soviética dirigió una carta a nuestro Partido a través de la cual nos proponía que "con el fin de que la chispa de los desacuerdos no se encendiera", se reunieran los representantes de nuestros dos partidos para que nues­tro Partido se alineara al lado de la Unión Soviética contra el Partido Comunista de China, para que nuestros dos partidos llegaran formando un frente unido a la actual Conferencia. Naturalmente, el Comité Central de nuestro Partido no aprobó tal cosa, y en su respuesta oficial con­sideró eso como una labor en nada marxista, como una actividad fraccionalista contra un tercer partido hermano, contra el Partido Comunista de China. Seguramente esta posición justa y de principios de nuestro Partido no ha agradado a la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética.

De que estas cuestiones son de primordial importancia y de que nos interesan a todos, no cabe duda, y no existe ninguna duda tampoco para el Partido del Trabajo de Al­bania de que las cuestiones, tal como se plantearon en Bucarest contra China, eran tendenciosas y tenían como objetivo condenar y aislar el Partido Comunista de China de todo el movimiento comunista internacional.

El Partido del Trabajo de Albania consideraba tal acción como escandalosa e inadmisible, no sólo porque no estaba convencido de su oportunidad, sino porque sospechó con razón que se emprendía por un camino no marxista una acción contra un partido hermano, grande y glorioso, como es el Partido Comunista de China; que se organizaba, con la excusa de acusar a China de dogmatismo, un ataque contra el marxismo-leninismo y los principios de la Decla­ración y el Manifiesto por la Paz de Moscú.

En la reunión, el Partido Comunista de China fue acusado de muchas faltas. Esto debía reflejarse en un comunicado. ¿Por qué no se hizo tal cosa? Si las acusa­ciones eran fundadas, ¿por qué hubo vacilaciones y por qué se dio a conocer un comunicado que no respondía al propósito de la reunión? ¿ Por qué no se habló en él del gran peligro de dogmatismo" que supuestamente amena­zaba al comunismo internacional?

No, camaradas, la Reunión de Bucarest no puede ser defendida, contravenía a los principios, era tendenciosa por cuanto se proponía lograr ciertos objetivos, de los cuales, el principal, a juicio del Partido del Trabajo de Albania, era encubrir algunos graves errores de línea que se han permitido los camaradas soviéticos acusando al Partido Comunista de China de dogmatismo.

Los camaradas soviéticos tenían necesidad del apoyo de los demás partidos en esa cuestión. Por eso intentaron abiertamente cogerlos desprevenidos. Los camaradas so­viéticos lograron a medias su objetivo y recabaron el de­recho de que se planteara en el seno de dichos partidos la condena de China, como el fruto de una "conferencia in­ternacional del comunismo". Los partidos comunistas y obreros, a excepción del Partido del Trabajo de Albania y de algunos otros partidos comunistas y obreros, plantea­ron "los graves errores de línea cometidos por el Partido Comunista de China'', informaron de la condena ''unánime sancionada contra China en Bucarest, lucharon por imponer tal opinión en sus partidos y sus pueblos. En algunas de estas reuniones de partido, fue condenado también el Par­tido del Trabajo de Albania.

Después de la Reunión de Bucarest, el Comité Central del Partido del Trabajo de Albania decidió, con justa razón, examinar en el seno del Partido únicamente el comunicado, informar a sus filas de que entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de China habían surgido divergencias de principio que serían plan­teadas y solucionadas en la próxima conferencia convocada para noviembre en Moscú. Y así se hizo.

Pero esta actitud de nuestro Partido no agradó a los camaradas de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética, lo que comenzamos a notar muy pronto. Inmediatamente después de lo de Bucarest, un ataque inesperado, en oposición a los principios, y que tomó la forma de una brutal ingerencia y de presiones procedentes/ de varias direcciones, fue lanzado contra nuestro Partido y su Comité Central. El ataque empezado por el camarada Jruschov en Bucarest fue reanudado por el camarada Koslov en Moscú. Se empeñaron en convencer a los cama­radas del Buró Político de paso en Moscú, para indisponer- los con la dirección de nuestro Partido, planteándoles la cuestión como si "la dirección del Partido del Trabajo de Albania había traicionado la amistad con la Unión So­viética", que "la línea seguida por la dirección del Partido del Trabajo de Albania se caracterizaba por los 'zigzags'", que "Albania se encontraba ante la alternativa de ir con los 200 millones (es decir con la Unión Soviética) o con los 650 millones (es decir con China Popular)", y finalmente que "Albania, aislada, estaba en peligro, que bastaba una bomba atómica lanzada por los norteamericanos para que Albania y toda su población fueran reducidas a cenizas", y otras amenazas por el estilo. Es del todo obvio que se perseguía el fin de sembrar la escisión en la dirección de nuestro Partido, de eliminar de la dirección del Partido del Trabajo de Albania a los elementos que los dirigentes soviéticos consideraban un obstáculo en su siniestra e innoble empresa.

El hecho de que Liri Belishova, antiguo miembro del Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania, capitulara frente a las lisonjas de los dirigentes soviéticos, frente a los chantajes e intimidaciones, y se colocara en abierta oposición con la línea de su Partido, fue resultado de estos manejos escisionistas.

La tentativa hecha por los camaradas soviéticos en la carta que dirigen al Comité Central del Partido Co­munista de China para presentar esta cuestión como si en Albania se estuviera condenando a los amigos de la Unión Soviética es falsa. Amigos eternos de la Unión Soviética y de su Partido Comunista, amigos de todo corazón de los pueblos soviéticos han sido, son y serán el millón y medio de albaneses y el Partido del Trabajo de Albania que ha forjado y cimentado esta amistad templada con sangre, y no los diversos capitulacionistas, escisionistas y desvia­cionistas.

Pero no fue solamente en Moscú donde los camaradas soviéticos intentaron suscitar dudas en cuanto a la justeza de la actitud de nuestro Partido en Bucarest. Tentativas incluso más vehementes fueron hechas también en Tirana por los empleados de la embajada soviética y el propio embajador soviético.

Como dije más arriba, con anterioridad a la Reunión de Bucarest, no podían imaginarse lazos más estrechos, más sinceros y más fraternales entre nosotros y los camaradas soviéticos. De nuestra parte no había ningún secreto sea de partido o de Estado para los camaradas soviéticos. Esta actitud había sido decidida por nuestro Comité Central. Y estos lazos reflejaban los vivos sentimientos de afecto y fidelidad del pueblo albanés hacia el pueblo soviético, sentimientos que nuestro Partido templó con su sangre derramada.

Algunos elementos malsanos, con el embajador so­viético a la cabeza, violaron estos sagrados sentimientos del Partido del Trabajo de Albania y de nuestro pueblo. Aprovechándose de los lazos de amistad y de buena fe de nuestros cuadros, comenzaron febril e intensivamente a atacar la línea marxista-leninista del Partido del Trabajo de Albania, a dividir el Partido, a crear pánico y confu­sión en sus filas para apartar a la dirección de la base del Partido, y se llegó a tal punto que el embajador soviético en Tirana intentó incitar a los generales de nuestro ejército a sublevar el Ejército Popular de Albania contra la direc­ción del Partido del Trabajo de Albania y contra el Estado albanés. Pero sus planes se hicieron añicos frente a la férrea unidad de nuestro Partido. Nuestros cuadros en­durecidos en la Lucha de Liberación Nacional y en la lucha de vida o muerte con los revisionistas yugoslavos, defen­dieron como marxistas a su heroico Partido; y ellos saben muy bien diferenciar el Partido Comunista de la Unión Soviética, el de Lenin, de los escisionistas; saben muy bien salvaguardar y cimentar su afecto y su fidelidad a la Unión Soviética. Y desde luego estos denigradores tuvieron su merecido.

Los empleados de la embajada soviética en Tirana, con el embajador a la cabeza, llegaron, sin embargo, me­diante métodos intolerables y antimarxistas, a hacer que el presidente de la Comisión de Revisión del Partido del Trabajo de Albania, el cual quince días antes se había mostrado solidario con la línea seguida por el Comité Cen­tral del Partido del Trabajo de Albania en Bucarest, cayera en las garras de estos intrigantes, se descarriara com­pletamente del marxismo-leninismo y terminara en abierta oposición con la línea de su Partido. Es evidente que los reprobables esfuerzos de esos camaradas soviéticos tenían como objetivo escindir la dirección del Partido del Trabajo de Albania, apartarla de la militancia, y todo eso como condena por el "crimen" que cometimos en Bucarest, por la osadía de manifestar libremente nuestro punto de vista de la manera que estimábamos justa.

Los funcionarios de la embajada soviética en Tirana avanzaron aún más por este camino. Se dirigieron a los albaneses que habían terminado los estudios en La Unión Soviética con el fin de incitarles contra la dirección albanesa, considerándoles como elementos propicios para sus siniestros designios. Pero los albaneses, tanto los que han cursado estudios en la Unión Soviética como los que no, siempre han querido y querrán con ferviente cariño y pura sinceridad a la Unión Soviética y al Partido Co­munista de la Unión Soviética, y saben bien que los abyectos métodos que utilizan los empleados de la emba­jada soviética en Tirana son enteramente ajenos a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión So­viética. Los albaneses son hijos de su propio pueblo, son hijos de su Partido, son marxista-leninistas e internacio­nalistas.

Podemos enumerar muchos ejemplos más, pero, para no quitar mucho tiempo a esta importante reunión, sólo referiré otros dos ejemplos representativos. Las pre­siones sobre nuestro Partido continuaron incluso en los días en que aquí en Moscú estaba reunida la comisión para la redacción del proyecto de declaración que se nos ha pre­sentado, cuando los camaradas soviéticos decían que se debía mirar hacia delante y no atrás. En el curso de aquellos días en Moscú, en una reunión ampliada de los jefes de los Estados Mayores de los países del Tratado de Varsovia, e1 miembro del Comité Central y ministro de la Unión Soviética mariscal Malinovski, atacó abiertamente al pueblo albanés, al Partido del Trabajo de Albania, al Gobierno albanés y a nuestra dirección. Este ataque inamistoso y público es muy parecido al ataque subversivo del embajador soviético en Tirana, quien buscaba incitar a nuestro Ejército Popular contra la dirección del Partido y de nuestro Estado. Pero, al igual que el embajador so­viético, se equivocó muy gravemente también el mariscal Malinovski. Nadie puede esperar alcanzar así tal objetivo y menos aún romper la amistad de nuestro pueblo con los pueblos de la Unión Soviética. La justa lucha del Partido del Trabajo de Albania contra estas actividades de zapa fortalece la amistad sincera que une a nuestro pueblo con los pueblos de la Unión Soviética y con el glorioso Partido Comunista de la Unión Soviética. Esta amistad no puede ser alterada tampoco por las sorprendentes declaraciones del mariscal Grechko, comandante en jefe del Tratado de Varsovia, quien, no contento con decir a nuestra delegación militar que supuestamente le sería difícil cubrir las ne­cesidades de nuestro ejército con algunos armamentos im­prescindibles, cuyo suministro se preveía en los acuerdos suscritos, también declaró abiertamente que "ustedes for­man parte sólo de momento del Tratado de Varsovia", dando a entender que el mariscal Grechko había decidido echarnos de dicho tratado. Pero por fortuna no es el cama­rada mariscal quien decide tal cosa.

En octubre de este año, el camarada Jruschov, con la mayor seriedad, declaró a los camaradas chinos textual­mente: "Trataremos a Albania como a Yugoslavia". De­cimos tal cosa a esta reunión del comunismo internacional para que se vea cuán lejos han ido las cosas y qué actitud se mantiene contra un pequeño país socialista. ¿Qué ''crimen'' ha cometido el Partido del Trabajo de Albania para motivar el mismo trato para nuestro país que para la Yugoslavia titoista? ¿Acaso traicionamos al marxismo­-leninismo, como lo hizo la camarilla de Tito? O, ¿es que nos separamos tal vez del campo socialista y nos unimos al carro del imperialismo norteamericano como se ha unido el revisionismo yugoslavo? ¡No! Y de eso es testigo todo el movimiento comunista internacional, lo demuestra la concreta actividad política, ideológica y económica de nuestro Partido y Estado durante toda la Lucha de Libera­ción Nacional y en el curso de estos 16 años a partir de la liberación del país, y, por lo demás, lo confirma el propio Comité Central del Partido Comunista de la Unión So­viética, el cual, en carta dirigida al Comité Central del Partido del Trabajo de Albania, el 13 de agosto de 1960, subraya: "Las relaciones entre el Partido del Trabajo de Albania y el Partido Comunista de la Unión Soviética, fundadas en los principios del internacionalismo proletario, siempre han sido verdaderamente fraternales. La amistad entre nuestros partidos y pueblos jamás se ha visto eclipsada por desacuerdos o distanciamientos. Las posi­ciones del Partido del Trabajo de Albania y del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre las cuestiones más trascendentales del movimiento comunista y obrero in­ternacional y de la política exterior han coincidido". En­tonces, ¿en qué consiste nuestra falta? Nuestro único "crimen" es no haber aceptado en Bucarest que se con­denara injustamente a un partido comunista hermano como lo es el Partido Comunista de China, nuestro único ''crimen'' es el haber tenido la valentía de oponernos abiertamente en una reunión comunista internacional (y no en una plaza de mercado), a los injustos actos del cama­rada Jruschov, nuestro único "crimen" es que somos un pequeño Partido, el Partido de un país pequeño y pobre, que, según las concepciones del camarada Jruschov, debe contentarse con aplaudir, con aprobar, pero sin expresar su opinión. Pero esta concepción no es marxista ni es admisible. Es el marxismo-leninismo el que nos ha dado el derecho a exponer nuestras ideas y nadie nos lo puede quitar, ni con presiones políticas o económicas ni con amenazas o los epítetos que puedan aplicarnos. En esta ocasión quisiéramos hacer la siguiente pregunta al cama­rada Jruschov: ¿Por qué no nos hizo tal declaración a nosotros, en vez de a un representante de un tercer par­tido? ¿O es que el camarada Jruschov piensa que el Partido del Trabajo de Albania no tiene puntos de vistas propios, que ha hecho causa común, de una forma carente de prin­cipios, con el Partido Comunista de China y que, por con­siguiente, se puede dialogar con los camaradas chinos acerca de los problemas de nuestro Partido? No, camarada Jruschov, usted persiste en sus errores y tiene una muy mala opinión de nuestro Partido. El Partido del Trabajo de Albania tiene sus propios puntos de vista, de los que responde tanto ante su pueblo como ante el movimiento comunista y obrero internacional.

Nos vemos en la obligación de comunicar a esta Con­ferencia que la dirección soviética ha pasado, efectiva­mente, de las amenazas de tratar Albania como a la Yugoslavia titoísta, a acciones concretas. Este año nuestro país ha sufrido calamidades naturales. Hubo un terremoto, en octubre inundaciones, pero sobre todo, la sequía ha sido terrible, pues durante 120 días consecutivos no cayó ni una gota de lluvia. Casi todo el trigo se quemó. El hambre amenazaba al pueblo. Las escasísimas reservas de cereales se consumieron. Nuestro Gobierno pidió con gran urgencia a la Unión Soviética que le vendiera cereales, explicándole la gravísima situación que atravesaba nuestro país. Esto sucedió después de la Reunión de Bucarest. Tuvimos que esperar 45 días para recibir respuesta del Gobierno soviético, mientras que nuestro pueblo disponía de reservas de cereales solamente para 15 días. Después de 45 días y luego de reiteradas demandas oficiales, el Gobierno soviético nos concedió solamente 10 mil toneladas de las 50 mil que solicitamos, lo que significaba 15 días de provisiones en cereales, cantidad que por lo demás se nos entregaría en los meses de septiembre y octubre. Esto era una abierta presión ejercida sobre nuestro Partido para que se plegara a la voluntad de los camaradas so­viéticos.

En aquellos difíciles días nos dimos cuenta de muchas cosas. ¿Acaso no podía la Unión Soviética, que vende cereales a todo el mundo, dar al pueblo albanés, hermano leal del pueblo soviético, fiel al marxismo-leninismo y al campo socialista, 50 mil toneladas de cereales, cuando no por su culpa lo amenazaba el hambre? En otro tiempo el camarada Jruschov nos había dicho: "No se preocupen por cereales, lo que ustedes consumen en un año, en nuestro país se lo comen las ratas". Las ratas, pues, tenían qué comer en la Unión Soviética, sin embargo el pueblo albanés debía morir de hambre, hasta que la dirección del Partido del Trabajo de Albania se sometiera a la voluntad de la dirección soviética. Esto es horrible, camaradas, pero es la verdad. Si el pueblo soviético se entera de esto, no lo perdonará jamás, porque este comportamiento no es ni marxista, ni internacionalista, ni camaraderil. Tampoco es amistoso que no se aceptara nuestro "clearing" para com­prar cereales en la Unión Soviética y se nos obligara a sacar la pequeña reserva de oro de nuestro Banco Nacional para comprar en la Unión Soviética el maíz necesario para la subsistencia de nuestro pueblo.

Lejos de constituir algo casual, estos actos están rela­cionados los unos con los otros. Particularmente en los últimos días han llegado al colmo los ataques del camarada Jruschov contra nuestro Partido del Trabajo. Usted, ca­marada Jruschov, declaró el día 6 de noviembre, que "los albaneses se comportan con nosotros igual que Tito". Usted dijo a los camaradas chinos que "nosotros perdimos una Albania, mientras que ustedes, los chinos, la ganaron'. Finalmente, usted declaró que "el Partido del Trabajo de Albania constituye nuestro eslabón débil".

¿Qué significan esas monstruosas acusaciones, esos tratos de "mercader" para con nuestro Partido, nuestro pueblo y un país socialista al que se podría perder o ganar como en una partida de cartas? ¿Qué significan esas consideraciones acerca de un partido hermano que, según usted, constituye el eslabón débil del movimiento comunista internacional? Para nosotros es evidente y compren demos muy bien que nuestra actitud marxista-leninista, justa y de principios, que nuestra valentía en no ratificar y en denunciar aquellos actos suyos que son erróneos, le llevan a atacar a nuestro Partido, a ejercer todo tipo de presiones sobre él y a emitir hasta las más inauditas monstruosidades en su contra. Nada de camaraderil, nada de comunista hay en esta actitud. Usted nos compara con los revisionistas yugoslavos. Pero todo el mundo sabe bien cómo nuestro Partido ha luchado y lucha contra los re­visionistas yugoslavos. No somos nosotros los que actuamos como los yugoslavos, sino usted, camarada Jruschov, que está empleando contra nuestro Partido métodos extraños al marxismo-leninismo. Usted considera Albania como una mercancía que puede ser adquirida o perdida por uno u otro. Ha habido un tiempo en que Albania era conside­rada como una mercancía, cuando los demás creían que dependía de ellos la existencia o la inexistencia de Albania, pero aquellos tiempos se han acabado desde que las ideas del marxismo-leninismo triunfaron en nuestro país. Y usted está repitiendo eso mismo; lo hizo al considerar que "perdió" Albania y que otro la "ganaba", y también cuando decidió que Albania no era un país socialista, como resulta de la carta que nos entregaron el 8 de noviembre, donde no se menciona nuestro país como un país socialista.

El que Albania avance por el camino del socialismo y forme parte del campo socialista no lo determina usted, camarada Jruschov, ni depende de su deseo. Esto lo ha decidido el pueblo albanés, encabezado por el Partido del Trabajo, con su lucha, y no hay fuerza capaz de apartarlo de ese camino.

Con relación a lo de que el Partido del Trabajo de Albania constituye, por decirlo así, el más débil eslabón del campo socialista y del movimiento comunista interna­cional, nosotros decimos que la historia de 20 años de nuestro Partido, la heroica lucha de nuestro pueblo y Par­tido contra los ocupantes fascistas, y los 16 años desde la Liberación hasta el presente, durante los cuales nuestro Partido y nuestro pequeño pueblo han hecho frente a todas las tempestades, demuestran lo contrario. Cercada de enemigos, como una isla en medio de las tempestades, la República Popular de Albania ha resistido audazmente todos los ataques y las provocaciones de los imperialistas y sus lacayos. Como una roca de granito ha mantenido y mantiene en alto la bandera del socialismo en la reta­guardia del enemigo. Usted, camarada Jruschov, levantó la mano contra nuestro pequeño pueblo y contra su Par­tido, pero tenemos la convicción de que el pueblo soviético, que ha derramado su sangre también por la libertad de nuestro pueblo, y el gran Partido de Lenin, no estarán de acuerdo con este acto suyo. Tenemos plena confianza en el marxismo-leninismo, estamos seguros de que los par­tidos hermanos cuyos representantes se encuentran en esta Conferencia, examinarán y juzgarán esta cuestión guiados por la justicia marxista-leninista.

Nuestro Partido ha considerado siempre al Partido Comunista de la Unión Soviética como al partido padre porque es el partido más antiguo, el glorioso partido de los bolcheviques; lo ha considerado así teniendo en cuenta su experiencia universal y su gran madurez. Más, nuestro Partido jamás ha consentido y jamás consentirá que un dirigente soviético, quienquiera que sea, le imponga sus propias concepciones si por nuestra parte las juzgamos equivocadas.

La dirección soviética consideró esta importante cues­tión de principio de manera errónea, idealista y me­tafísica. Se envanece de los colosales éxitos alcanzados por los pueblos soviéticos y el Partido Comunista de la Unión Soviética, viola los principios marxista-leninistas, se cree infalible, considera infalible e indiscutible toda resolución, acto, palabra y gesto suyos. Los demás pueden equivocarse, los demás son criticables, pero no la dirección soviética.

"Nuestras resoluciones son sagradas, son inviolables", "No podemos hacer ninguna concesión al Partido Comunista de China, ningún compromiso con él", decían a nuestros camaradas los dirigentes de la Unión Soviética. Entonces, ¿por qué nos convocaban a Bucarest? Seguramente para que votáramos a ciegas a favor de los puntos de vista de la dirección soviética. ¿Es esto marxista? ¿Acaso es normal?

¿Es que se pueden permitir actos de subversión en un partido estimulados por otro con el fin de escindir su unidad, y derrocar a la dirección de dicho partido o la de cualquier otro Estado? ¡De ningún modo! Los dirigentes soviéticos acusaron al camarada Stalin de que "íntervenía en los asuntos de los otros partidos e imponía_a los demás los puntos de vista del Partido Bolchevique". Podemos probar que el camarada Stalin no hizo jamás algo semejante con nosotros, pues en todo momento se condujo con el pueblo albanés y el Partido del Trabaja de Albania como un gran marxista, como un internacionalista ejemplar, como camarada, hermano y amigo sincero del pueblo albanés. En 1945, cuando el pueblo albanés estaba en peligro de pasar hambre, el camarada Stalin ordenó que cambiaran el rumbo los buques cargados de cereales destinados al pueblo soviético que, en aquel entonces, tam­bién sufría escasez de los mismos, enviando inmediata­mente el cargamento al pueblo albanés. En cambio, la dirección soviética se ha permitido los innobles actos ya señalados.

¿Acaso son admisibles tales presiones económicas, y es admisible que se amenace al pueblo albanés, tal como lo hizo la dirección soviética después de la Reunión de Bucarest? ¡De ninguna manera! . . . Sabemos que la ayu­da dada a nuestro pequeño pueblo, - que antes de la gue­rra estaba sumido en una gran miseria, que vio su país calcinado y devastado por la Segunda Guerra Mundial y que, lejos de doblegarse, luchó bajo la gloriosa dirección del Partido Comunista de Albania dando muestras de gran heroísmo y se liberó, - es una ayuda internacionalista.

Mas, ¿por qué razón, después de lo de Bucarest, la actitud de la dirección soviética respecto a nosotros cambió, llegando al punto de dejar que el pueblo albanés padeciera hambre? Así procedió también la dirección rumana que no accedió a dar ni un grano de trigo a nuestro pueblo en el marco del acuerdo de "clearing", en un momento en que Rumania comerciaba con cereales con los países capi­talistas, y así nos vimos obligados a comprar maíz con divisas a los agricultores franceses.

Meses antes de la Reunión de Bucarest, el camarada Dej invitó expresamente a una delegación de nuestro Partido para sostener conversaciones acerca de las perspectivas de desarrollo de Albania. He aquí una pre­ocupación loable y marxista. El camarada Dej dijo a nuestro Partido: "Nosotros, los otros países de democracia popular, no debemos discutir más sobre la cantidad de créditos que se han de conceder a Albania, sino que en Albania se ha de decidir la construcción de estas o aquellas fábricas, la elevación del nivel de los medios de produc­ción, y, en cuanto a los millones de rublos que estas realiza­ciones puedan costar, poco importa," y el camarada Dej añadió incluso: "Hemos hablado al respecto también con el camarada Jruschov y él está de acuerdo con nosotros".

Pero llegó la Reunión de Bucarest y nuestro Partido adoptó la actitud que se conoce. Los camaradas rumanos olvidaron lo que habían dicho anteriormente y escogieron el camino de dejar que el pueblo albanés sufriera hambre.

Con anterioridad hemos puesto en conocimiento oficial­mente de estas cuestiones al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética; no las hemos planteado ni discutido en un mercado, ni las hemos transmitido de boca en boca a nadie, sino que las estamos expresando por primera vez en una reunión de partidos como lo es esta Conferencia. Entonces, ¿por qué planteamos estas cues­tiones? Nuestro propósito es que se ponga término a estas manifestaciones negativas que lejos de fortalecer, de­bilitan nuestra unidad. Nuestro deseo es que se robustez­can las relaciones y los lazos marxista-leninistas entre los partidos comunistas y obreros, entre los Estados socialistas, desechando toda manifestación perniciosa que pueda haber surgido hasta ahora. Somos optimistas en eso y tenemos la firme convicción de que los camaradas soviéticos, al igual que los demás camaradas, comprenderán correcta­mente nuestras críticas. Nuestras críticas son severas, pero francas y sinceras, y tienden a fortalecer nuestras rela­ciones. Nuestro Partido y nuestro pueblo, independiente­mente de estas injustas y perniciosas actitudes que se adoptan con respecto a nosotros, y con la confianza de que cesarán en el futuro, reforzarán aún más el cariño y la fidelidad infinitas hacia los pueblos soviéticos y el Partido Comunista de la Unión Soviética, hacia los pueblos y par­tidos comunistas y obreros del campo socialista, un cariño y una fidelidad que siempre estarán cimentados en las en­señanzas marxista-leninistas.

Nuestro Partido concibe la amistad únicamente fundada en la justicia, el respeto mutuo y los principios marxista- leninistas. Esto se lee en la Declaración de Moscú de 1957 y esto se subraya también en el proyecto de declaración que se nos ha presentado. Declaramos con la mayor se­riedad que el Partido del Trabajo y el pueblo albanés siempre combatirán resueltamente por el fortalecimiento de las relaciones y de la unidad del campo socialista y del movimiento comunista internacional.

El pueblo albanés está presto a lanzarse al fuego para defender a sus verdaderos amigos. Estas no son palabras hueras que sólo salen de mis labios; por el contrario, no hago otra cosa que expresar los sentimientos de mi pueblo y de mi Partido, y se ha de saber bien que si apreciamos a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión Soviética no es por los bellos ojos de nadie ni para adular a ninguna persona…..

Queridos camaradas:

La Declaración de Moscú de 1957 al igual que el pro­yecto de declaración que se nos ha presentado constatan que el revisionismo constituye el principal peligro en el movimiento comunista y obrero internacional. En la De­claración de Moscú de 1957 se subraya con justa razón que la fuente interna del revisionismo es la existencia de la influencia burguesa, mientras que la capitulación ante la presión del imperialismo es su fuente externa. La práctica ha confirmado cabalmente que el revisionismo contem­poráneo se ha esforzado por todos los medios en de­sacreditar, disfrazándose con slogans seudomarxistas y seudorrevolucionarios, nuestra gran doctrina, el marxismo-­leninismo, a la que ha declarado "envejecida" e inadecuada al desarrollo social. Ocultándose tras el slogan del mar­xismo creador y de las nuevas condiciones, los revisionistas han intentado, por un lado, despojar al marxismo-leninismo de su espíritu revolucionario y sofocar la confianza de la clase obrera y del pueblo trabajador en el socialismo, y, por el otro, se han esforzado en embellecer el imperia­lismo y en presentarlo como amansado y pacífico. Los tres años transcurridos desde la Conferencia de Moscú han confirmado plenamente que los revisionistas contemporá­neos no son sino escisionistas del movimiento comunista y del campo del socialismo, fieles lacayos del imperialismo y enemigos jurados del socialismo y de la clase obrera.

La misma experiencia ha demostrado hasta ahora que el revisionismo contemporáneo tiene en los revisionistas yugoslavos, en la camarilla traidora de Tito y compañía, sus abanderados, sus más agresivos y peligrosos representantes. Cuando se aprobó la Declaración de Moscú, a pesar de que existían a nuestro juicio hechos y datos su­ficientes para hacerlo, este grupo hostil y agente del im­perialismo norteamericano no fue denunciado públicamente. Es más, posteriormente, cuando su peligrosidad comenzó a salir a flote más claramente, la lucha contra el revisio­nismo yugoslavo, la lucha consecuente e ininterrumpida por su aniquilamiento ideológico y político, no se ha llevado a cabo con la fuerza debida. Al contrario. Y he aquí el origen de tantos males y perjuicios registrados en nuestro movimiento comunista y obrero internacional. Según el parecer de nuestro Partido, si el grupo revisionista de Tito no ha sido desenmascarado totalmente, si se han abrigado esperanzas" infundadas de un supuesto "mejoramiento" y viraje positivo de ese grupo traidor, eso se debe a la influencia de la tendencia conciliadora, de la concepción errónea y de la apreciación inexacta del camarada Jruschov y de algunos otros dirigentes soviéticos con respecto al peligroso grupo revisionista titoista.

Se ha dicho que J.V Stalin se equivocó en su aprecia­ción sobre los revisionistas yugoslavos y al exacerbar la actitud adoptada para con ellos. Nuestro Partido jamás ha estado de acuerdo con semejante punto de vista y el tiempo y la práctica han demostrado lo contrario, dándonos la razón. Stalin hizo una apreciación muy justa del peligro que representan los revisionistas yugoslavos se esforzó en resolver esta cuestión a su debido tiempo y por el cami­no marxista. En aquel tiempo se reunió la Kominform como órgano colectivo, y, una vez desenmascarado el gru­po titoista, se sostuvo una lucha inexorable contra él. Y el tiempo ha demostrado y está demostrando que tal ac­ción era justa e indispensable.

El Partido del Trabajo de Albania ha tenido siempre la convicción de que el grupo de Tito ha traicionado al marxismo-leninismo, es una agencia del imperialismo, un peligroso enemigo del campo socialista y de todo el movi­miento comunista y obrero internacional, y de que, por eso, es preciso realizar contra él una lucha despiadada. Por nuestra parte hemos sostenido y seguimos sosteniendo esta lucha porque somos comunistas internacionalistas y porque hemos sentido y sentimos sobre nuestra espalda todo el peso de la actividad hostil de la camarilla revisio­nista de Tito contra nuestro Partido y nuestro país. Pero esta actitud de nuestro Partido no ha sido del agrado del camarada Jruschov ni de algunos otros camaradas.

El grupo titoista es, desde hace mucho tiempo, un grupo de trotskistas y de renegados. Al menos para el Partido del Trabajo de Albania lo es desde el año 1942, es decir, desde hace 18 años.

A partir de 1942, cuando la lucha del pueblo albanés adquirió gran impulso, el grupo trotskista de Belgrado, tras la máscara de la amistad y aprovechándose de nuestra buena fe, se esforzó por todos los medios en obstaculizar el desarrollo de nuestra lucha armada, en impedir la crea­ción de poderosos destacamentos guerrilleros albaneses, e, incapaz de lograrlo, intentó apoderarse directamente de su mando político y militar. Este grupo intentó hacer que todo dependiera de Belgrado, que nuestro Partido y nuestro Ejército guerrillero fueran simples apéndices del Partido Comunista de Yugoslavia y del Ejército de Liberación Nacional Yugoslavo.

Nuestro Partido preservando la amistad que le unía con los guerrilleros yugoslavos, opuso con éxito resistencia a estos siniestros designios. En esa época el grupo titoista se esforzaba por sentar los cimientos de la Federación Balcánica que debía ponerse bajo la dirección de los titois­tas de Belgrado, por llevar a los partidos comunistas de los países de los Balcanes a remolque del PCY y poner los ejércitos guerrilleros de estos países bajo la depen­dencia del Estado Mayor titoista yugoslavo. Con este fin, de concierto con los ingleses, intentaron crear el Estado Mayor Balcánico y ponerlo - es decir a nuestros ejércitos- bajo el mando de los anglo-norteamericanos. Nuestro Partido frustró victoriosamente esos diabólicos planes. Y cuando se enarboló la bandera de la Liberación en Tirana, la banda titoísta de Belgrado ordenó que sus agentes en Albania rebajaran el éxito del Partido Comunista de Al­bania y organizaran un complot (6), para derrocar a la direc­ción del Partido, a la que había organizado el Partido, ha­bía dirigido la Lucha de Liberación Nacional y conducido al pueblo albanés a la victoria. Así pues Tito, de común acuerdo con sus agentes secretos, fue quien organizó el primer complot en nuestro Partido. Pero el Partido Co­munista de Albania hizo fracasar dicho complot.

Sin embargo, los conspiradores de Belgrado no de­pusieron las armas y en colaboración con el traidor Koci Xoxe, su principal agente en nuestro Partido, reanudaron mediante nuevas formas la organización del complot contra la nueva Albania. Perseguían el objetivo de hacer de Albania la séptima república de Yugoslavia.

Cuando el país estaba devastado, calcinado y era ne­cesario reconstruirlo desde sus cimientos, cuando el pueblo estaba sin pan y sin abrigo pero animado de una moral elevada, cuando pueblo y ejército, con las armas en la mano, montaban guardia vigilantes contra los complots de la reac­ción organizados por las misiones anglo-norteamericanas, que amenazaban a la nueva Albania con nuevas invasiones, cuando una gran parte del ejército guerrillero albanés atravesaba la frontera de la Patria yendo a ayudar a los hermanos yugoslavos y luchaba hombro a hombro con éstos, liberando conjuntamente Montenegro, Bosnia, Her­zegovina, Kosova y Metohia, Macedonia, los conspiradores de Belgrado tramaban planes para subyugar Albania.

Pero nuestro Partido opuso una resistencia heroica a estos agentes disfrazados de comunistas. Cuando los trotskistas de Belgrado vieron que habían perdido la par­tida, que los complots eran reducidos a nada por nuestro Partido, jugaron la última carta intentando invadir Albania con sus ejércitos, estrangular la resistencia, detener a los dirigentes del Partido del Trabajo de Albania y del Estado albanés y declarar al país séptima república de Yugoslavia. El Partido hizo que fracasara también este diabólico plan urdido por ellos. El apoyo y la intervención de José Stalin en aquellos momentos fueron decisivos para nuestro Par­tido y para la libertad del pueblo albanés. Era precisamente el momento en que la camarilla de Tito estaba siendo desenmascarada por la Kominform. Stalin y la Unión Soviética salvaron al pueblo albanés por segunda vez.

La Kominform hizo fracasar los manejos y los complots de la camarilla de Tito no solamente en Albania, sino también en los demás países de democracia popular. Tito y su banda, esos renegados y agentes del imperialismo disfrazados de comunistas, intentaron quebrar la amistad y la alianza de lucha que unían a los países de democracia popular de los Balcanes y de Europa Central con la Unión Soviética, destruir los partidos comunistas y obreros de nuestros países y transformar nuestros Estados en re­serva del imperialismo anglo-norteamericano.

¿Quién no conocía, quién no fue testigo de esos hostiles planes del imperialismo y de su fiel lacayo Tito? Todos tenían conocimiento, todos fueron informados de ello y todos unánimemente aprobaron las justas decisiones de la Kominform, todos, sin excepción, aprobaron las resolu­ciones de la misma, que, según nuestro punto de vista, eran y siguen siendo justas.

Los que no quisieron ver ni comprender la actuación de esta banda de criminales, pudieron darse cuenta por segunda vez, con la contrarrevolución en Hungría y los incesantes complots en Albania, que muda el lobo los dientes y no las mientes; Tito y su banda podrán recurrir a todas las astucias, disfrazarse de mil maneras, pero se­guirán siendo traidores, criminales, agentes del imperia­lismo, asesinos de los heroicos comunistas internacionalistas yugoslavos, y serán y actuarán como tales hasta que desa­parezcan.

En cuanto a las decisiones tomadas contra el grupo de Tito por la Kominform, el Partido del Trabajo de Albania no las considera como tomadas personalmente por el camarada Stalin, sino por todos los partidos que formaban parte de ella. Y no sólo por los partidos, miembros de la Kominform, sino también por los partidos comunistas y obreros que no participaban en ella. Esta cuestión, con­cerniente a todos los partidos comunistas y obreros, tocaba también al Partido del Trabajo de Albania, que, habiendo recibido y estudiado la carta dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia por Stalin y Molotov, se mostró plenamente solidario con ella y con las decisiones de la Kominform.

¿Por qué, entonces, el "viraje" operado por el cama­rada Jruschov y por el Comité Central del Partido Co­munista de la Unión Soviética en 1955 respecto a los revi­sionistas yugoslavos no dio lugar a una consulta regular con los otros partidos comunistas y obreros, sino que fue concebido y aplicado de un modo muy rápido y unilateral? He aquí una cuestión que nos concernía a todos. O los revisionistas yugoslavos se habían levantado contra el mar­xismo4eninismo y contra los partidos comunistas y obreros del mundo, o no lo habían hecho; o habían cometido errores ellos, o nos habíamos equivocado nosotros con re­lación a ellos, y no únicamente Stalin. Y esta cuestión, el camarada Jruschov no podía ni le estaba permitido resol­verla él solo y a su antojo. Sin embargo, así lo hizo y él relacionó el viraje en las relaciones con los revisionistas yugoslavos con su viaje a Belgrado. Esta iniciativa tuvo el efecto de una bomba para el Partido del Trabajo de Al­bania, que al momento se opuso terminantemente. Antes que el camarada Jruschov partiera para Belgrado, en ma­yo de 1955, el Comité Central del Partido del Trabajo de Albania dirigió una carta al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, en la que expresaba la oposición de nuestro Partido a ese viaje, subrayando que la cuestión yugoslava no podía solucionarse unilateralmente, sino que debía discutirse en una reunión de la Kominform, en la que pedíamos que tomara parte como invi­tado el Partido del Trabajo de Albania. Allí debía decidirse esta cuestión, después de largos y justos debates.

Claro está que, desde un punto de vista formal, no nos incumbía decidir si el camarada Jruschov debía hacer o no el viaje a Belgrado y por eso nos retractamos, pero, en el fondo, teníamos razón y el tiempo ha confirmado que la cuestión yugoslava no debía resolverse tan a la ligera.

Se lanzó el slogan de la "superposición", se anuló rápidamente la segunda resolución de la Kominform, "se inauguró la época de la reconciliación" con los "cama­radas yugoslavos", se revisó la causa de los conspiradores, que fueron rehabilitados, no se hizo otra cosa que hablar con fervor, de los "camaradas yugoslavos", y los "cama­radas yugoslavos" aparecieron sin mancha como gallos victoriosos, clamando que "su justa causa" había triunfado, que era "Stalin, ese criminal" el que había urdido todas esas acusaciones contra ellos y se creó así una situación tal que quien se negaba a tomar el nuevo rumbo era tratado de "stalinista" y debía ser eliminado.

Nuestro Partido se opuso a tal camino de conciliación y oportunismo. Se mantuvo en las justas posiciones ideológicas marxista-leninistas, en posiciones de lucha ideológica y política contra los revisionistas yugoslavos. El Partido del Trabajo de Albania reafirmó con fuerza su punto de vista de que el grupo titoista era un grupo de traidores, renegados, trotskistas y agentes de los nortea­mericanos, y que el Partido del Trabajo de Albania no se había equivocado respecto a ellos.

El Partido del Trabajo de Albania mantuvo firme­mente su punto de vista según el cual el camarada Stalin no se había equivocado en esta cuestión, los revisio­nistas, con su línea de traición, habían intentado subyugar a Albania, destruir a su Partido del Trabajo y, tramando contra nuestro país una serie de complots internacio­nales en colusión con los imperialistas anglo-norteameri­canos, buscaban implicar a Albania en conflictos interna­cionales.

Por otra parte, el Partido del Trabajo de Albania estaba de acuerdo en establecer con la República Federativa Popular de Yugoslavia relaciones estatales de buena vecindad, relaciones comerciales y culturales, si las normas de la coexistencia pacífica entre Estados con regímenes diferentes se respetaban, puesto que para el Partido del Trabajo de Albania, la Yugoslavia titoista jamás ha sido, ni es, ni será un país socialista mientras tenga a su cabeza a un grupo de renegados y agentes del imperialismo.

Ninguna tentativa abierta o encubierta logró apartar al Partido del Trabajo de Albania de estas justas posiciones. En vano el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética se esforzó, por medio del camarada Suslov, en convencernos de que no expusiésemos la cuestión de Koci Xoxe en el informe a nuestro III Congreso, celebrado en mayo de 1956, lo que habría significado que renegáramos de nuestra lucha y de nuestras posiciones de principios.

En Albania, los titoistas se encontraron con un hueso duro de roer, o, como dice Tito, "Albania se convirtió en una espina en el pie", y, naturalmente, el grupo de traidores titoístas prosiguió la lucha contra el Partido del Trabajo de Albania creyendo desenmascaramos calificán­donos de "stalinistas".

El grupo de Belgrado no se limitó a combatirnos me­diante la propaganda, sino que continuó sus actos de espionaje y de subversión, los complots, el envío de bandas armadas a nuestro país, mostrándose aún más activo que antes de 1948. Todo esto está documentado con hechos. Pero la tragedia reside en que, por una parte, el Partido del Trabajo de Albania debía defenderse de los duros e incesantes ataques de los revisionistas yugoslavos y que, por la otra, la inconmovible posición de principios, mar- xista4eninista, de nuestro Partido estaba en contradicción con la actitud conciliadora que los dirigentes soviéticos y los de otros partidos comunistas y obreros habían adoptado con respecto a los revisionistas yugoslavos.

Entonces se decía y se escribía con gran alharaca que "Yugoslavia es de hecho un país socialista", que "los co­munistas yugoslavos tienen gran experiencia y grandes méritos", que "la experiencia yugoslava es digna de gran interés y merece un estudio atento", que "el período de las disputas y los malentendidos no había sido suscitado por Yugoslavia, que ésta había sido víctima de una gran injusticia", etc. etc. Naturalmente, estas posiciones estimu­laban a la camarilla de Tito, que creyó salir ganando en todo, habiéndole quedado solamente "una espina en el pie" que esperaba aislar y luego liquidar. Pero no logró aislar y menos liquidar a nuestro Partido, y el tiempo vino a confirmar la justeza de los puntos de vista de nuestro Partido.

Nuestro Partido, por haber adoptado esta posición, se hizo objeto de muchas presiones. La dirección albanesa era considerada como "colérica", "testaruda" y se le acu­saba de "exagerar" la importancia de sus problemas con Yugoslavia y de hostigar injustamente a los yugoslavos, etc. En este sentido nuestro Partido fue atacado, en pri­mer lugar, por el camarada Jruschov.

Más arriba recordé brevemente los manejos de los revisionistas yugoslavos contra nuestro Partido y nuestro país durante la guerra, después de la misma y después de 1948, pero me detendré un poco en el período anterior a la contrarrevolución en Hungría, que fue obra de los agentes yugoslavos. El grupo traidor de Belgrado empren­dió la organización de la contrarrevolución también en Albania. Si nuestro Partido hubiera cometido el error de entrar en "la danza de la reconciliación" con los revisio­nistas yugoslavos, como se predicaba después de 1955, en­tonces a la democracia popular en Albania se la hubiera llevado el río, y nosotros, los albaneses, no estaríamos hoy en esta sala, sino combatiendo aún en nuestras montañas.

Nuestro Partido y nuestro pueblo, en una férrea unidad y permaneciendo muy vigilantes, descubrieron y desenmascararon a los espías de Tito en nuestro Comité Central, que trabajaban en combinación con la legación de Yugoslavia en Tirana. Tito hizo saber a esos traidores que se habían precipitado y que debían haber esperado sus instrucciones. A su vez estos espías y traidores escribieron también al camarada Jruschov para que interviniera con­tra el Comité Central del Partido del Trabajo de Albania. Esto está probado con documentos. Tito se proponía co­ordinar la contrarrevolución en Albania con la húngara.

Después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, debía realizarse nuestro III Congreso. Los agentes yugoslavos juzgaron propicia la ocasión para derrocar a la dirección albanesa "obstinada y stalinista" y organizaron el complot que se descubrió y se aplastó en la Conferencia del Partido de la ciudad de Tirana, en abril del 1956. Los participantes en el complot recibieron el se­vero castigo que merecían.

Otros peligrosos agentes de Tito en Albania, Dali Ndreu y Liri Gega, recibieron de aquél la orden de huir a Yugoslavia ya que "estaban en peligro y las acciones contra nuestro Partido debían organizarse en territorio yugoslavo". El Partido tenía pleno conocimiento de su actividad y de la orden secreta de Tito. Estaba vigilante y detuvo a los traidores en la frontera cuando intentaban huir. Estos fueron juzgados y fusilados. Los agentes yugoslavos que preparaban la contrarrevolución en Albania fueron descubiertos y aniquilados por completo. Es asom­broso como el camarada Jruschov llegó a enfrentársenos como defensor de estos traidores y agentes yugoslavos: nos acusó de que habíamos fusilado a la agente yugoslava, la traidora Liri Gega, "cuando estaba embarazada lo que no tenía precedentes ni en la época del zar, y que había pro­ducido una mala impresión en la opinión pública mundial". Esas eran calumnias de los yugoslavos en quienes el camarada Jruschov tenía más confianza que en nosotros. Na­turalmente, refutamos las insinuaciones del camarada Jruschov.

Mas la actitud injusta, contraria a los principios y nada amistosa del camarada Jruschov para con nuestro Partido y su dirección, no se limitó a eso. Panajot Plaku, otro agente yugoslavo traidor al Partido del Trabalo de Albania y al pueblo albanés, huyó a Yugoslavia y se puso al servicio de los yugoslavos. Era él quien organizaba las emisiones hostiles de la estación de radio llamada "La Albania socialista". Este traidor escribió al bandido Tito y al camarada Jruschov pidiendo a este último que, valién­dose de su autoridad, eliminara a la dirección albanesa, con Enver Hoxha a la cabeza, porque decía que éramos "anti­-marxistas y stalinistas". El camarada Jruschov, lejos de indignarse con la carta de ese traidor, estimaba que éste podía regresar a Albania, a condición de que no tomáramos medidas contra él, o podía encontrar asilo político en la Unión Soviética. Al saber eso, tuvimos la impresión de que los muros del Kremlin se desplomaban sobre nuestras cabezas, ya que jamás habríamos podido imaginar que el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética llegara hasta apoyar a los agentes de Tito y a los traidores a nuestro Partido, contra nuestro Partido y nuestro pueblo.

Pero, nuestras divergencias de principio con el camarada Jruschov sobre la cuestión yugoslava alcanzaron su punto culminante cuando, ante nuestra insistencia de principio en desenmascarar a la agencia titoista de Bel­grado, se indignó tanto que en el curso de las conversaciones oficiales entre nuestras delegaciones, en abril de 1957, nos dijo colérico: "Interrumpamos nuestras discusio­nes, no podemos entendernos con ustedes. Ustedes intentan llevarnos por el camino de Stalin".

Estábamos indignados por tal actitud nada amistosa del camarada Jruschov que quería interrumpir las conversa­ciones, lo que significaba agravar las relaciones con el Partido y el Estado albanés sobre la cuestión de los trai­dores al marxismo-leninismo, del grupo de Tito. Nosotros no podíamos estar de acuerdo, de ninguna manera, sobre esta cuestión, pero aunque tachados de impulsivos, tuvi­mos sangre fría, ya que estábamos convencidos de que éramos nosotros, y no el camarada Jruschov, quienes te­níamos razón, y que nuestra justa línea sería demostrada otra vez por la realidad, como lo fue efectivamente.

A nuestro juicio, la contrarrevolución en Hungría es principalmente obra de los titoistas. Los imperialistas nor­teamericanos tenían, en primer lugar, en Tito y en los renegados de Belgrado la mejor arma para socavar la democracia popular en Hungría.

Después del viaje del camarada Jruschov a Belgrado en 1955, quedó desatendida la cuestión de la actividad de zapa de Tito. La contrarrevolución en Hungría no estalló inesperadamente, sino, podemos afirmar, que se preparó abiertamente, y nadie logrará convencernos de que esta contrarrevolución ha sido organizada en el mayor secreto. La contrarrevolución fue preparada por los agentes de la banda de Tito en colaboración con el traidor Imre Nagy. Y, los fascistas húngaros, quienes, en conjunto, actuaban abiertamente bajo la dirección de los norteamericanos.

Los titoistas, principales organizadores de la contra­rrevolución húngara, proyectaban que Hungría se separara de nuestro campo socialista, se transformara en una se­gunda Yugoslavia, se aliara con la OTAN por intermedio de Yugoslavia, Grecia y Turquía, recibiera ayuda de los EE.UU. y prosiguiera la lucha, de acuerdo con Yugoslavia, bajo la dirección del imperialismo, contra el campo socialista.

Los contrarrevolucionarios actuaban abiertamente en Hungría. ¿Cómo es que su actividad no fue notada por nadie? No logramos concebir que en una democracia hermana como Hungría, donde el Partido estaba en el poder y disponía de las armas de la dictadura, donde esta­ban acantonadas tropas soviéticas, Tito y las bandas hor­thystas hayan podido obrar tan libremente como lo hicie­ron.

Consideramos que la actitud del camarada Jruschov y de los demás camaradas soviéticos con respecto a Hungría no ha sido clara, ya que sus puntos de vista completamente erróneos sobre la banda de Belgrado, les impedían tener una justa visión sobre esta cuestión.

Los camaradas soviéticos tenían confianza en Imre Nagy, hombre ligado a Tito. Y lo que decimos no es vano e infundado. Antes de que estallara la contrarrevolución, y cuando la caldera bullía en el club "Petófi", yo estaba de paso en Moscú y en el curso de una entrevista con el camarada Suslov le comuniqué lo que había visto en Buda­pest, le aclaré también que el revisionista Imre Nagy estaba levantando cabeza y organizaba la contrarrevolución en el club "Petófi". El camarada Suslov refutó categórica­mente mi punto de vista y para probarme las buenas in­tenciones de Imre Nagy", sacó de su cartera "la autocrítica con tinta fresca de Imre Nagy". Sin embargo, reiteré al camarada Suslov que Imre Nagy era un traidor.

Otra cosa más nos sorprende y preguntamos con justa razón: ¿Por qué el camarada Jruschov y los camaradas soviéticos fueron tantas veces a Brioni para conversar con el renegado Tito sobre el asunto de Hungría? Si los camaradas dirigentes soviéticos tenían conocimiento de que los titoistas estaban preparando la contrarrevolución en un país de nuestro campo socialista, ¿les estaba per­mitido acaso ir a conversar con un enemigo que organiza complots y contrarrevoluciones en los países socialistas?

Es justo que preguntemos al camarada Jruschov y a los camaradas soviéticos como Partido comunista, Estado de democracia popular, miembro del Tratado de Varsovia y del campo socialista que somos, el por qué de todos estos encuentros con Tito en Brioni en 1956, con este traidor al marxismo-leninismo, sin reunirse ninguna vez con dirigentes de nuestros países y sin organizar tan siquiera una reunión de los miembros del Tratado de Varsovia.

Nosotros estimamos que el hecho de intervenir o no con las armas en Hungría es una cuestión que no concierne únicamente a una persona. Dado que hemos creado el Tratado de Varsovia, debemos decidir conjuntamente, de lo contrario sería en vano hablar de alianza, de trabajo colectivo y de cooperación entre los partidos. La contrarrevolución húngara le costó sangre a nuestro campo so­cialista, le costó sangre a Hungría y a la Unión Soviética.

¿Cómo se permitió ese derramamiento de sangre y no se tomaron medidas para prevenirlo? Somos de la opinión de que ninguna medida previa se podía tomar, ya que el camarada Jruschov y los camaradas soviéticos tenían con­fianza en el organizador de la contrarrevolución húngara, en el traidor Tito, ya que consideraban a la ligera las reuniones regulares indispensables con sus amigos, con sus aliados, y juzgaban justas solamente sus propias deci­siones unilaterales sobre cuestiones que incumbían a todos, sin hacer ni el menor caso del trabajo y de las decisiones colectivas.

El Partido del Trabajo de Albania no tiene una idea clara de cómo se han desarrollado las cosas y de qué ma­nera se han tomado las decisiones sobre este asunto. Pre­cisamente mientras los titoístas, por un lado, conversaban con los camaradas soviéticos en Brioni y, por el otro, orga­nizaban febrilmente la contrarrevolución en Hungría y en Albania, los camaradas soviéticos no se tomaron la molestia de poner a nuestra dirección al corriente aunque fuera por simple fórmula, como aliados que somos, de lo que ocurría y de las medidas que se pensaba tomar. Pero no se trata de una cuestión de forma. Los camaradas sovié­ticos sabían muy bien cuáles eran la opinión y las inten­ciones de la banda de Belgrado hacia Albania. En efecto, la actitud de los camaradas soviéticos no sólo es condenable, sino también incomprensible.

Hungría nos ha proporcionado una gran lección por todo lo que ha pasado y ha sido montado en la escena y entre bastidores. Pensábamos que la contrarrevolución húngara era más que suficiente para probar la traición de Tito y de su banda. Sabemos que muchos documentos - que desenmascaran la brutal actividad del grupo de Tito en la cuestión húngara - se conservan bajo llave y no se hacen públicos. No comprendemos por qué se actúa así. ¿Qué intereses se ocultan detrás de estos documentos que no se revelan, sino que se conservan cuidadosamente en archivos? Rebuscaron y sacaron a luz hasta los más insignificantes documentos para condenar a Stalin después de su muerte y, en cambio, ocultan en sus cajones los documentos que desenmascararían a ese vil traidor que es Tito.

Sin embargo, incluso después de la contrarrevolución húngara, la lucha política e ideológica contra la banda titoísta en vez de ir intensificándose como lo requiere el marxismo-leninismo, fue extinguiéndose hasta llegar a la reconciliación, las sonrisas, los contactos, la amabilidad, y casi a los abrazos. De hecho los titoistas, gracias a esa actitud oportunista, lograron saltar también ese barranco.

El Partido del Trabajo de Albania se oponía a la línea que seguían el camarada Jruschov y los demás camaradas con respecto a los revisionistas yugoslavos. Nuestro Par­tido prosiguió su lucha contra los revisionistas con más fuerza aún. Nuestros amigos y camaradas, y en primer lugar los camaradas soviéticos y los camaradas búlgaros, incapaces de atacar nuestra justa línea, tenían para noso­tros una sonrisa irónica, se burlaban de nosotros y, mediante sus contactos amistosos con los titoístas, aislaban en todas partes a nuestros representantes.

Teníamos la esperanza de que después del VII Con­greso titoísta, inclusive los ciegos, sin hablar de los marxista-leninistas, verían con quiénes trataban y cómo debían actuar. Por desgracia no sucedió así. Poco tiempo después del VII Congreso titoísta, se amortiguó el desen­mascaramiento del revisionismo. Las revistas teóricas hablaban de toda suerte de revisionismo, hasta del revi­sionismo en Honolulú, pero decían poca cosa sobre el revisionismo yugoslavo. Esto significaba no ver el lobo que se tenía delante, y buscar su huella. Aparecieron los slogans: "No hablemos más de Tito y de su grupo porque eso alimenta su vanidad", "No hablemos de Tito y su grupo ya que perjudicamos al pueblo yugoslavo", "No hablemos de los renegados titoistas, ya que Tito se vale de nuestra palabra para movilizar al pueblo yugoslavo contra nuestro campo", etc. Un buen número de partidos hicieron suyos estos slogans, pero no el nuestro, y con­sideramos que hemos actuado correctamente.

Se creó así una situación tal que los órganos de prensa de los países amigos no aceptaban artículos de colabora­dores albaneses si no era a condición de no mencionar a los revisionistas yugoslavos. En todos los países de demo­cracia popular de Europa, - con excepción de Checoslo­vaquia, donde los camaradas checoslovacos juzgaron por lo común correctamente nuestras acciones (7), nuestros embajadores fueron aislados indirectamente, puesto que los diplomáticos de los países amigos preferían conversar con los diplomáticos titoistas y detestaban a los nuestros hasta el punto de no querer verlos.

Y las cosas llegaron a tal punto que el camarada Jruschov condicionó su visita a Albania, en mayo de 1959, a la cabeza de la delegación del Partido y del Gobierno soviético, a la cuestión yugoslava. Las primeras palabras del camarada Jruschov al comenzar las conversaciones en Tirana, fueron para advertir a los que asistían a la reunión que no hablaría contra los revisionistas yugoslavos, sin que nadie le hubiera obligado a hacerlo, pero con esta de­claración hacia saber claramente su desacuerdo con el Par­tido del Trabajo de Albania acerca de esta cuestión.

Nosotros respetamos el deseo del amigo mientras estu­vo en Albania, independientemente de que la prensa titoista, que se alegró sobremanera de esta actitud, anunciaba que Jruschov había cerrado la boca a los albaneses. Esto, en efecto, no correspondía exactamente a la realidad, ya que el camarada Jruschov estaba muy lejos de persuadir­nos en esta cuestión, y los titoistas supieron claramente después de la partida de nuestro huésped que el Partido del Trabajo de Albania no estaba ya ligado a las condiciones que el amigo nos puso, y continuaba por su propio camino marxista-leninista.

El camarada Jruschov, en sus conversaciones con Vuk­manovich Tempo, entre otras cosas ha juzgado nuestra actitud, en cuanto al tono, similar a la de los yugoslavos y ha desaprobado, el tono de los albaneses. Consideramos erróneo y reprochable lo que el camarada Jruschov dijo a Vukmanovich Tempo, a ese enemigo del marxismo, del campo socialista y de Albania. Decimos que cada uno debe ser tratado como merece y, por nuestra parte, no estamos de acuerdo con el tono conciliador del camarada Jruschov con respecto a los revisionistas, ya que nuestro pueblo bien dice que se debe hablar duramente al enemigo y tener pala­bras dulces para los que se quiere.

Dado que observamos esta actitud con respecto a los titoistas, algunos camaradas, juzgando erróneamente esta cuestión, suponen que nosotros deseamos ser los portaestan­dartes de la lucha contra el revisionismo, o que tenemos una manera estrecha, estrictamente nacional, de ver ese problema, por eso insinúan que nos hemos metido en un camino que si no es "chovinista" es, por lo menos, el de un "nacionalismo estrecho". El Partido del Trabajo de Albania ha considerado y considera la cuestión del revi­sionismo yugoslavo a través del prisma del marxismo-­leninismo, lo ha visto como el principal peligro para el movimiento comunista internacional, como un peligro para la unidad del campo socialista, y como tal lo combate.

Pero nosotros, siendo internacionalistas, somos tam­bién comunistas de un país determinado, de Albania. No­sotros, los comunistas albaneses, no nos consideraríamos comunistas si no defendiéramos consecuentemente y con determinación la libertad de nuestra querida Patria de los complots y los ataques subversivos de la camarilla revi­sionista de Tito que tiene como objetivo la invasión de Albania, algo sabido por todos. ¿Acaso es posible y permi­sible que los comunistas albaneses dejemos que nuestro país se convierta en presa de Tito, de los norteamericanos, de los griegos o de los italianos? ¡No, jamás!

Otros nos aconsejan no tomarla con los yugoslavos. "¿Qué temen?, nos dicen, ustedes tienen la protección de la Unión Soviética". Hemos dicho y repetimos a esos cama­radas que no tememos ni a los trotskistas yugoslavos ni a nadie. Hemos dicho y repetimos que, como marxista- leninistas, no relajaremos ni un momento la lucha contra los revisionistas y los imperialistas, hasta que los hayamos liquidado. Porque, para tener la protección de la Unión Soviética, es necesario poder defendernos antes que nada por nuestras propias fuerzas.

Los yugoslavos nos acusan de "chovinistas, de intervenir en sus asuntos internos y de reclamar una rectificación de fronteras con Yugoslavia". Bastantes amigos piensan y dan a entender que nosotros, los comu­nistas albaneses, tenemos tales intenciones. Les decimos a los amigos que tienen esa opinión que se equivocan gravemente. No somos chovinistas, no hemos pedido ni pedimos ninguna rectificación de fronteras. Pero lo que exigimos y exigiremos continuamente a los titoistas --y en eso les denunciaremos hasta el fin-- es que pongan fin a sus crímenes de genocidio contra las minorías alba­nesas de Kosova y Metohia, al terror blanco contra los albaneses de Kosova, a la expulsión de los albaneses de sus territorios y a su envío en masa a Turquía; pedimos que, conforme a la Constitución de la República Federa­tiva Popular de Yugoslavia, se reconozcan a las minorías albanesas sus derechos. Esa actitud, ¿es chovinista o marxista?

He aquí nuestra posición sobre esta cuestión. Pero si los titoistas hablan de coexistencia, de paz, de relaciones de buena vecindad, mientras urden complots, organizan ejércitos de mercenarios y fascistas en Yugoslavia para atacar nuestras fronteras y para despedazar, de concierto con la Grecia monarcofascista, nuestra Albania socialista, entonces pueden tener la convicción de que se levantarán, arma en mano, no sólo el pueblo albanés de la nueva Alba­nia, sino también un millón de albaneses que viven bajo el yugo de Tito, para detener la mano al criminal. Y todo esto es marxista, y se procedería de tal manera si ocurriera algo semejante. El Partido del Trabajo de Albania no permite a nadie que juegue o haga política con los dere­chos del pueblo albanés.

No intervenimos en los asuntos internos de los demás, pero cuando, como resultado de la atenuación de la lucha contra los revisionistas yugoslavos, se llega al punto de que en un país amigo como Bulgaria se imprime el mapa de los Balcanes incluyendo a Albania dentro de Yugoslavia Federativa, ante esta situación no podemos permanecer callados. Se nos ha dicho que lo sucedido fue un error técnico de un empleado. Pero, ¿por qué se produjo esto ahora y no antes?

Y éste no es un caso aislado. En un mitin en Sremska Mitrovica, el bandido Rankovich atacó como de costum­bre a Albania, calificándola de "infierno donde reinan las alambradas y las botas de los guardias fronterizos"; con­siderando que la democracia de los neofascistas italianos es más avanzada que la nuestra.

Las palabras de Rankovich no tendrían ninguna im­portancia para nosotros de no ser porque fueron escucha­das con la mayor serenidad y sin la menor protesta por el embajador soviético y por el embajador búlgaro en Belgrado, que asistían a ese mitin. Por nuestra parte protes­tamos amistosamente contra esta actitud a los comités centrales del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista Búlgaro.

El camarada Zhivkov, en su carta de respuesta diri­gida al Comité Central del Partido del Trabajo de Albania, pretendió rechazar nuestra protesta y definir el discurso del bandido Rancovich como positivo. Jamás hubiéramos podido imaginarnos que el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro calificara de posi­tivo el discurso de un bandido como Rankovich que ultraja tan gravemente a Albania llamándola infierno. No sola­mente rechazamos con desdén esta injuria intolerable del primer secretario del Comité Central del Partido Comu­nista Búlgaro, sino que estamos plenamente convencidos de que el Partido Comunista Búlgaro y el pueblo heroico búlgaro se indignarían sin medida si supieran esto. Si permitimos errores tales, unos más graves que otros, entonces las cosas no irán bien.

Nosotros no podemos estar de acuerdo, de ninguna manera, con el camarada Jruschov --y esta protesta se la hicimos a él a su debido tiempo-- sobre las conversa­ciones que había sostenido con Sófocles Venizelos en rela­ción con las minorías griegas en Albania. El camarada Jruschov sabe bien que las fronteras de Albania son invio­lables y sagradas y que quien las toca es un agresor. El pueblo albanés derramará su sangre si alguien viola sus fronteras. El camarada Jruschov se equivocó gravemente cuando dijo a Venizelos que había visto en Korca a griegos y albaneses trabajando hombro con hombro como herma­nos. No existe en Korca ni la más pequeña minoría griega, pero lo que sí existe son las codicias seculares de los grie­gos de apoderarse de la región de Korca y de toda Al­bania. Existe una muy pequeña minoría griega en Gjiro­kastra. El camarada Jruschov sabe bien que a esta minoría se le han reconocido todos los derechos, el uso de la lengua griega, tiene sus iglesias y escuelas en griego, y, además, los miembros de esta minoría gozan de los mismos derechos que todos los demás ciudadanos albaneses.

Las reivindicaciones de los griegos, incluyendo las formuladas por Sófocles Venizelos -- por el hijo de Eleu­therios Venizelos, asesino de albaneses, devastador de las regiones de Albania del Sur, rabioso chovinista griego y padre de la "Megaliidhea" griega de la desmembración de Albania y de su anexión bajo la consigna de la autonomía-- son bien conocidas por todos. El camarada Jruschov conoce bien la actitud del Partido del Trabajo de Albania, del Gobierno albanés y del pueblo albanés sobre esta cues­tión. En estas condiciones, no darle la respuesta que se merecía, darle esperanzas, mantenerlo con ilusiones y de­cirle que transmitiría a los camaradas albaneses sus deseos, los de un agente inglés, de un chovinista, de un enemigo del comunismo y de Albania, eso, para nosotros, es inadmi­sible y condenable.

Hemos dado, camarada Jruschov, nuestra respuesta a Sófocles Venizelos, y esperamos que se ha a enterado usted a través de la prensa. No nos oponemos a que usted haga su política con Sófocles Venizelos, pero no con nues­tras fronteras derechos, ya que eso jamás lo hemos per­mitido ni lo permitiremos a nadie. Y en eso no somos na­cionalistas sino internacionalistas.

Alguien podría considerar lo que digo como ino­portuno, como declaraciones que no están a la altura de la Conferencia. No me sería difícil hacer un discurso con un supuesto tono teórico, ensartar frases y citas de carác­ter general, presentar un informe general, satisfacerles y pasar de largo. Pero el Partido del Trabajo de Albania considera que no es el momento oportuno para actuar así. Quizás alguien juzgue mis palabras como ataque, pero de hecho son críticas que han seguido el curso normal, siendo ya formuladas donde y cuando era necesario, dentro de las normas leninistas. Pero, ante los errores que se agravan, sería un error callarse, ya que la toma de posición, los actos, la práctica, confirman, enriquecen y crean la teoría.

¡Cuánta prisa en organizar la reunión de Bucarest y en repudiar por "dogmatismo" al Partido Comunista de China! Pero, ¿por qué no se ha organizado rápidamente también una conferencia para condenar al revisionismo?

¿Acaso el revisionismo ha sido desenmascarado total­mente, como sostienen los camaradas soviéticos? De nin­guna manera. El revisionismo ha sido y continúa siendo el principal peligro, el revisionismo yugoslavo no ha sido liquidado y, por la manera como nos comportamos frente a él, le dejamos un vasto campo de acción en todos los terrenos.

¿Acaso en otros partidos no habrá manifestaciones inquietantes del revisionismo contemporáneo? Quien lo niega no hace otra cosa que cerrar los ojos ante este peli­gro, y un buen día tendremos desagradables sorpresas. Somos marxistas, y es preciso que analicemos nuestro tra­bajo como nos enseña Lenin, como él mismo lo hacía en la práctica. No temía los errores, los afrontaba y los recti­ficaba. Tal como se forjó el Partido Bolchevique, se han forjado también nuestros partidos.

Pero, ¿qué sucede en el seno de nuestros partidos? ¿Qué pasa en el seno de nuestro campo socialista después del XX Congreso? El camarada Suslov puede ser muy optimista a este respecto. Este optimismo lo manifestó en la comisión reunida en octubre, acusando al camarada Hys­ni Kapo, delegado del Partido del Trabajo de Albania, de pesimismo en la valoración de los acontecimientos. Noso­tros, los comunistas albaneses, no hemos sido pesimistas ni en los tiempos más sombríos de la historia de nuestro Partido y de nuestro pueblo y no seremos jamás, sino que somos y seremos siempre realistas.

Se habla mucho de nuestra unidad. Esta es indispen­sable y debemos luchar para fortalecerla y cimentaría. Pero es un hecho que sobre muchas importantes cuestiones de principio esta unidad no existe.

El Partido del Trabajo de Albania estima que se han de reexaminar los problemas a la luz de un análisis marxista-leninista y rectificar los errores que existan. Tomemos la cuestión de la crítica a Stalin y a su obra. Nuestro Partido, como partido marxista-leninista, es plenamente consciente de que el culto a la personalidad es una manifestación extraña y nociva para los partidos y para el movimiento comunista. Los partidos marxistas no sólo no deben per­mitir el desarrollo del culto a la personalidad, que frena la actividad de las masas, niega su papel, se opone al mismo desarrollo de la vida del partido y de las leyes que la rigen, sino que deben luchar con todas las fuerzas para arran­carlo de raíz, desde que comienza a manifestarse o cuando ya ha aparecido en algún país. Estamos enteramente de acuerdo con que el culto a la personalidad de Stalin como manifestación perjudicial en la vida del partido, debía ser criticado a través de ese prisma. En nuestra opinión, el XX Congreso y, en particular, el informe secreto del cama­rada Jruschov, no plantearon la cuestión del camarada Stalin de una manera correcta y objetiva, con espíritu mar­xista-leninista.

Respecto a esta cuestión Stalin fue condenado grave e injustamente por el camarada Jruschov y el XX Con­greso. El camarada Stalin y su actividad no pertenecen solamente al Partido Comunista de la Unión Soviética y al pueblo soviético, sino a todos nosotros. Igual que el camarada Jruschov planteó en Bucarest que las divergen­cias existentes no son entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de China, sino entre el Partido Comunista de China y el comunismo inter­nacional, de la misma manera que se complace en decir que las resoluciones de los XX y XXI Congresos fueron adoptadas por todos los partidos comunistas y obreros del mundo, así, de la misma forma, debió mostrarse más generoso y consecuente en juzgar los actos de Stalin, para que aquellas decisiones fueran adoptadas conscientemente por los par­tidos comunistas y obreros del mundo entero.

No puede haber dos balanzas y dos medidas para estas cuestiones. ¿Por qué el camarada Stalin fue condenado en el XX Congreso sin que los otros partidos comunistas y obreros del mundo fueran consultados previamente? ¿Por qué ante los partidos comunistas y obreros del mundo se lanzó súbitamente el "anatema" contra Stalin, y muchos partidos hermanos se enteraron de esto sólo cuando el im­perialismo hizo imprimir en gran cantidad el informe se­creto del camarada Jruschov?

Al mundo comunista y al mundo progresista se le im­puso, por el camarada Jruschov, la condena del camarada Stalin. ¿Qué podían hacer nuestros partidos en estas con­diciones, cuando súbitamente, empleando la gran autoridad de la Unión Soviética, se les imponía así, en bloque, seme­jante cuestión?

El Partido del Trabajo de Albania se encontraba ante un gran dilema. No estaba, como por lo demás no estará jamás convencido de la razón por la que se condenó al camarada Stalin de la manera y en la forma como lo hizo el camarada Jruschov. Si, en general, nuestro Partido adoptó las formulaciones del XX Congreso sobre esta cues­tión, no se ajustó estrictamente a las limitaciones fijadas por él, ni cedió frente a los chantajes e intimidaciones que se le hacían desde el exterior.

El Partido del Trabajo de Albania se mostraba realista sobre la cuestión de Stalin, se mostraba justo y agradecido para con este glorioso marxista a quien, mientras vivió, nadie tuvo la "valentía" de criticar y a quien, después de muerto, se le cubre de barro. Así se ha creado una situa­ción intolerable. Toda una época gloriosa de la Unión So­viética, cuando fue erigido el primer Estado socialista en el mundo, fortalecida la Unión Soviética, vencidos con éxito los complots imperialistas, aplastados los trotskistas, los bujarinistas y los kulaks como clase; cuando se logró levantar la industria pesada y triunfó la colectivización, en una palabra, toda una época en que la Unión Soviética se convirtió en una gran potencia, edificó triunfalmente el socialismo, luchó con heroísmo legendario en la Segunda Guerra Mundial venciendo al fascismo y liberando a nues­tros pueblos, una época en que fue creado el poderoso campo socialista, etc. etc., así pues, esta gloriosa época de la Unión Soviética quedó privada de cabeza, de guía.

El Partido del Trabajo de Albania considera que no es justo, normal ni marxista que el nombre y la gran obra de Stalin sean borrados de toda esa época, como se está haciendo. La obra inmortal de Stalin nos incumbe a todos defenderla. Quien no la defienda es un oportunista y un cobarde.

El camarada Stalin, por su papel personal y como diri­gente del Partido Comunista Bolchevique, fue al mismo tiempo el más eminente guía del comunismo internacional después de la muerte de Lenin influyó positivamente con gran autoridad en la consolidación y el desarrollo de las conquistas del comunismo en el mundo entero. Todas las obras teóricas del camarada Stalin son un vivo testimonio de fidelidad a su maestro genial, al gran Lenin y al leninismo.

Stalin luchó por los derechos de la clase obrera y de los trabajadores del mundo entero, luchó consecuentemente y hasta el fin por la libertad de nuestros países de democra­cia popular.

Viéndolo desde este punto de vista, Stalin pertenece a todo el mundo comunista y no solamente a los comunistas soviéticos, pertenece a todos los trabajadores del mundo y no sólo a los trabajadores soviéticos.

Si el camarada Jruschov y los camaradas soviéticos hubiesen enfocado la cuestión con este espíritu, los graves errores cometidos se hubieran evitado. Pero ellos consi­deraron de manera superficial la cuestión de Stalin, y úni­camente según el punto de vista interno de la Unión So­viética. Mas, a juicio del Partido del Trabajo de Albania, incluso desde este punto de vista han valorado unilateral- mente la cuestión, han visto solamente sus errores pasando por alto casi toda su inmensa actividad, su gran contribu­ción al fortalecimiento de la Unión Soviética, al temple del Partido Comunista de la Unión Soviética, a la edifica­ción de la economía, de la industria y de la agricultura koljosiana, y a la dirección del pueblo soviético hacia la gran victoria sobre el fascismo alemán.

¿Ha tenido errores Stalin? Claro que los ha tenido. En un período tan largo, lleno de heroísmo, esfuerzos, luchas y victorias, eran inevitables los errores, no sola­mente personales de José Stalin, sino también de la direc­ción soviética como órgano colectivo. ¿Qué partido, qué dirigente puede considerarse exento de errores en su tra­bajo? Cuando se dirigen críticas a la actual dirección so­viética los camaradas soviéticos nos aconsejan que mire­mos adelante, que dejemos a un lado la polémica, pero cuando se trató de Stalin, lejos de mirar adelante, miraron hacia atrás, muy atrás, para rebuscar solamente en los puntos débiles del trabajo de Stalin.

Desde luego, había que superar el culto a la persona­lidad de Stalin, pero, ¿acaso se puede decir, como se dijo, que Stalin era el artífice mismo de ese culto a la persona­lidad? El culto a la personalidad debía ser superado indis­cutiblemente, pero, ¿era acaso necesario y justo que se llegara al extremo de que quien mencionaba el nombre de Stalin era señalado inmediatamente con el dedo y quien citaba a Stalin era mirado con malos ojos? Algunos destruyeron con rapidez y diligencia las estatuas de Stalin y cambiaron los nombres de las ciudades bautizadas con el de Stalin. Pero, ¿por qué ir tan lejos? En Bucarest, el camarada Jruschov se dirigió a los camaradas chinos di­ciéndoles: "Se agarran ustedes a un caballo muerto, si quieren, vengan a llevarse también sus huesos". Todo esto lo decía refiriéndose a Stalin.

El Partido del Trabajo de Albania declara solemne­mente que se opone a estos actos y a estas apreciaciones sobre la obra y la persona de José Stalin.

Pero, camaradas soviéticos, ¿por qué se planteó esta cuestión de tal manera y en tal forma retorcida, cuando existía la posibilidad de que, tanto los errores de Stalin como los de la dirección, fueran señalados debidamente y rectificados sin que se produjera aquella gran conmoción en los corazones de los comunistas del mundo entero, los cuales no llegaron a estallar sólo debido a su espíritu de disciplina y a la autoridad de la Unión Soviética?

El camarada Mikoyan nos ha dicho que no osaban cri­ticar al camarada Stalin, mientras estaba vivo, porque les hubiera cortado la cabeza. Estamos seguros de que el camarada Jruschov no nos cortará la cabeza si le criticamos correctamente.

Después del XX Congreso se produjeron en Polonia los ya conocidos acontecimientos, en Hungría tuvo lugar la contrarrevolución, se dio inicio a ataques contra el sistema soviético, en muchos partidos comunistas y obreros del mundo hubo conmociones, y finalmente lo que está su­cediendo ahora.

Preguntamos, ¿por qué suceden tales cosas en el seno del movimiento comunista internacional, en el seno de nuestro campo, precisamente después del XX Congreso?

¿Será porque la dirección del Partido del Trabajo de Alba­nia es, según dicen, sectaria, dogmática y pesimista?

Tal situación nos tiene que preocupar sobremanera, debemos buscar el origen de la enfermedad y curarla. La enfermedad no se cura, con toda seguridad, ni dando pal­madas en los hombros al renegado Tito ni señalando en la Declaración que el revisionismo contemporáneo ha sido destruido definitivamente, tal como pretenden los cama­radas soviéticos.

La autoridad del leninismo ha sido y es decisiva, y debe ser implantada de manera que barra por doquier y en forma radical todas las concepciones erróneas. Para no­sotros los comunistas no existe otro camino. Si se puede y si se debe plantear las cuestiones sin rodeos, tal como son, eso se ha de hacer ahora en esta Conferencia, antes de que sea tarde. Creemos que los comunistas deben tener la conciencia tranquila, fortalecer la unidad marxista, pero sin fomentar en sus corazones ni reservas, ni preferencias malsanas, ni rencores. El comunista debe decir abierta­mente lo que tiene en su corazón, y las cuestiones deben ser juzgadas correctamente.

Habrá a quienes desagrade lo que dice nuestro pequeño Partido; puede ser que nuestro pequeño Partido sea aislado, que se presione económicamente a nuestro país, para de­mostrar, por decirlo así, a nuestro pueblo la incapacidad de los que lo guían; puede que nuestro Partido sea ata­cado y de hecho lo está siendo: Mihail Suslov compara el Partido del Trabajo de Albania con los partidos burgueses y a sus dirigentes con Kerenski (8). Pero esto no nos amedrenta. Estamos acostumbrados a este género de actitud hacia nosotros. Rankovich ha dicho ni más ni menos esto mismo en contra del Partido del Trabajo de Albania; Tito nos ha tratado de Goebbels, pero a pesar de todo nosotros somos leninistas y ellos son trotskistas traidores, lacayos y agentes del imperialismo.

Deseo subrayar que el Partido del Trabajo de Albania y el pueblo albanés han probado con sus actos cuánto apre­cian y respetan, cuán fieles son a la Unión Soviética y al Partido Comunista de la Unión Soviética, y que cuando el Partido del Trabajo de Albania critica los actos errados de ciertos dirigentes soviéticos, esto no significa que hemos cambiado de punto de vista y de posición. Nosotros, los albaneses, tenemos el coraje marxista de criticar a estos camaradas, no por animosidad contra ellos, sino porque les estimamos, y porque estimamos más y por encima de todo al Partido Comunista de la Unión Soviética y a los pueblos soviéticos.

De este modo queremos a la Unión Soviética, al Par­tido Comunista de la Unión Soviética y a la dirección so­viética. Con rigor marxista, nos dirigimos a ellos en un espíritu de camaradería, les abrimos sinceramente el cora­zón, les decimos francamente lo que pensamos, porque no hemos sido ni seremos hipócritas.

El Partido Comunista de la Unión Soviética nos apre­ciará no obstante la dureza que mostramos, independien­temente de que podamos equivocarnos, y si hay una cosa por la que no nos condenarán el Partido Comunista de la Unión Soviética ni los partidos comunistas y obreros del mundo, es por nuestra sinceridad y porque no hablamos por las espaldas de nadie, ni somos como los de las cien banderas.

Finalmente, deseaba hablar un poco sobre el proyecto de declaración que nos ha sido presentado por la Comi­sión de Redacción. Nuestra delegación se puso al corriente de este proyecto y lo estudió atentamente. En el nuevo proyecto que nos ha sido presentado se han hecho varias modificaciones al presentado por la delegación soviética que sirvió de base para su trabajo a la Comisión de Redac­ción. Gracias a las modificaciones realizadas, el nuevo proyecto se ha mejorado bastante, han tomado consisten­cia muchas importantes ideas, se han formulado correcta­mente bastantes tesis y eliminado, en su inmensa mayoría, las alusiones en contra del Partido Comunista de China. La delegación de nuestro Partido hizo muchas obser­vaciones en la reunión de la Comisión de Redacción que, en parte, se tomaron en cuenta. Pese a que nuestra delega­ción no estaba de acuerdo con que algunas importantes cuestiones de principio quedaran en el proyecto tal como estaban formuladas, dio su aprobación para que este do­cumento se presentara a esta Conferencia, reservándose el derecho de exponer una vez más su opinión acerca de aquellas cuestiones que no aprobaba. Ante todo, estimamos conveniente arreglar, de una manera que sea aceptable por todos, las cinco cuestiones sobre las cuales no se ha llegado a un acuerdo, para que sea publicado un documento apro­bado por unanimidad.

Consideramos necesario que aparezca claramente en la Declaración la idea de Lenin, expresada en los últimos tiempos por el camarada Maurice Thorez, así como en el discurso del camarada Suslov pronunciado en la reunión de la Comisión de Redacción, según la cual la garantía absoluta de que no habrá guerra sólo podrá existir cuando el socialismo triunfe en todo el mundo o, por lo menos, en una serie de otros grandes países imperialistas. En cam­bio, debe quitarse el párrafo que habla de la actividad frac­cionalista y grupista en el movimiento comunista interna­cional, ya que esto, como lo hemos explicado también en la reunión de la Comisión, lejos de servir al fortalecimiento de la unidad, la socava. Asimismo proponemos que se supriman las palabras que tratan de la superación de las consecuencias nocivas del culto a la personalidad, o bien se le añada "que habían aparecido en una serie de partidos", cosa que responde mejor a la realidad.

No quisiera quitar más tiempo a la Conferencia exten­diéndome en esta cuestión y en hacer otras objeciones acer­ca del proyecto de declaración. Nuestra delegación plan­teará sus objeciones concretas cuando se examine el propio proyecto de declaración.

Haríamos bien, y sería decisivo, si en esta Conferencia encaráramos con valor los errores y curáramos las heridas existentes, antes de que se agraven y constituyan un peli­gro. No será para nosotros una ofensa si los camaradas nos critican con justeza y aduciendo pruebas documen­tadas, pero no consentiremos jamás que nos tilden de "dogmáticos", "sectarios", "nacionalistas estrechos", úni­camente porque luchamos con perseverancia contra el revisionismo contemporáneo y, en particular, contra el revisionismo yugoslavo. Si alguien considera nuestra lu­cha contra el revisionismo como dogmatismo o sectarismo, le decimos que se quite los anteojos revisionistas, porque así verá mejor.

El Partido del Trabajo de Albania estima que esta Conferencia hará historia porque será continuación de la tradición de las conferencias leninistas que el Partido Bol­chevique ha organizado para desenmascarar y extirpar los puntos de vista erróneos, para fortalecer y templar, sobre la base del marxismo-leninismo, la unidad de nuestro mo­vimiento comunista y obrero internacional.

Nuestro Par­tido del Trabajo luchará resueltamente, también en el futuro, para robustecer nuestra unidad, los lazos de fra­ternidad y la acción conjunta entre los partidos comunistas y obreros, porque esto constituye la garantía del triunfo de la causa de la paz y del socialismo. La unidad del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética, la unidad del movimiento comunista y obrero internacional con el glorioso Partido Comunista de la Unión Soviética en su centro, es lo más sagrado, y nuestro Partido la cuidará como las niñas de los ojos y la fortalecerá cada día más.


"Documentos Principales del Partido del Trabajo de Albania",
Tirana-Albania. 1970, tomo III.


(Negrillas y subrayados nuestros).


(1) La Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros se celebró en Moscú del 10 de noviembre al 1° de diciembre de 1960. Tuvo lugar en una situación bastante compleja para el movimiento comunista internacional como consecuencia de la propagación del revisionismo y sobre todo de la actividad escisionista y antimarxista de la dirección soviética encabezada por Jruschov. El camarada Enver Hoxha presidía la delegación del Partido del Trabajo de Albania. El discurso que pronunció en la Con­ferencia de Moscú fue aprobado por el Pleno del CC del PTA el 1° de noviembre de 1960. La actividad desarrollada por la delegación del CC del PTA en la Conferencia de Moscú fue aprobada entera y unánimemente por el Pleno del CC del PTA que tuvo lugar el 19 y 20 de diciembre de 1960.


(2) En diciembre de 1959, el jefe del Gobierno soviético N. Jruschov, que consideraba las negociaciones con los cabecillas del imperialismo como el único camino para solucionar los impor­tantes problemas internacionales, aseguró por canales diplomáticos la convocatoria de una conferencia cumbre en la que participarían los jefes de los gobiernos de la URSS, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Dicha conferencia se realizaría en mayo de 1960, pero no logró desarrollar sus trabajos a causa del sabotaje por parte de los imperialistas norteamericanos y de la actitud vacilante y aventurera de N. Jruschov.


(3) Esta propuesta y las notas que el Gobierno soviético envió el 25 de mayo de 1959 a los gobiernos de Albania, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia, Turquía, Grecia, Italia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos pedían la creación en los Balcanes y en la región del Adriático, de una zona sin armas nucleares y sin cohetes.


(4) El Comité Central del Partido del Trabajo de Albania protestó repetidas veces ante el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética acerca de ciertos actos antialbaneses de Jrus­chov. Una de las protestas tuvo por origen las conversaciones que el Primer Ministro soviético sostuvo con el reaccionario poli­ticastro griego Venizelos, en las que había declarado que durante su visita a Albania había visto, según él, una minoría griega en Korca, con lo cual había alentado las pretensiones griegas sobre los territorios albaneses.


(5) El 2 de junio de 1960, el CC del PCUS envió una carta a los partidos comunistas y obreros del campo socialista en la que proponía, para fines del mes de junio, la convocatoria de una reunión de sus representantes "para intercambiar opiniones sobre los actuales problemas internacionales y para determinar la línea ulterior conjunta". Pero el 7 de junio, el CC del PCUS sugería, en una nueva carta, que la reunión no se realizara en junio y que la fecha fuera fijada en el curso de un encuentro preliminar que efectuarían los representantes de los partidos comunistas y obreros de los países socialistas en Bucarest, quienes se reunirían en esta capital para asistir a los trabajos del III Congreso del Partido Obrero Rumano.


(6) En el II Pleno del CC del PCA, llevado a cabo en noviembre de 1944 en Berat, el delegado del Comité Central del Partido Comu­nista de Yugoslavia urdió entre bastidores un complot contra el Partido Comunista de Albania con la participación de elementos antipartido tales como Selfulla Maléshova. Koci Xoxe v Pandi Kristo. Este complot tenía por objetivo derrocar la dirección del Partido con el camarada Enver Hoxha a la cabeza y sustituirla por una nueva dirección proyugoslava.


(7) Esta actitud fue mantenida sólo en un principio.

(8) Jefe del gobierno provisional contrarrevolucionario de Rusia en 1917.



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